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lunes, 5 de octubre de 2020

Crítica al eurosistema

 

ANÁLISIS Y CRÍTICA DEL «EUROSISTEMA» DESDE LA PERSPECTIVA DEL TRATADO DE LISBOA

 

Giuseppe Guarino

Profesor emérito del Departamento de Derecho administrativo de la Facultad de Derecho de la Universidad “La Sapienza” de Roma.

Traducido por Francisco Javier Durán Ruiz 

La edad me ha dado el privilegio de seguir el desarrollo de las instituciones comunitarias desde que se celebró en Estrasburgo la primera Asamblea. Recuerdo los debates y los estimulantes ideales que acompañaron el comienzo del proceso de integración europea.

Como ha dicho muy acertadamente el profesor Tesauro el principal objetivo era la paz. Añado, no sólo la paz. Las premisas que orientan el texto de los Tratados comunitarios no deben ser descuidadas. Son importantes. A la paz le acompañó desde el principio el objetivo de una unión más estrecha entre los pueblos europeos. En el trasfondo estaba la unificación de Europa. 

Secontraponían dos grandes orientaciones, una más política, la otra idealista. La segunda fue defendida por los federalistas, de los cuales Altiero Spinelli fue el primer espada. El otro enfoque es práctico y pragmático. Su principal exponente fue Jean Monnet. Monnet compartía los objetivos de Spinelli. Pero opinaba que sería imposible llegar al federalismo a corto plazo. Se conseguiría con el paso de los años. En lugar de luchar por una solución imposible en aquel momento, se debía adoptar una técnica diferente: la de crear de inmediato instituciones soberanas de carácter sectorial. Una vez iniciado el proceso, se le irían añadiendo otros sectores contiguos. Con el paso del tiempo se cubriría todo el elenco de ámbitos con intereses comunes. Las distintas instituciones se fusionarían y se habría logrado el objetivo federalista, evitando retrocesos y sustrayéndose al peligro de la controversia sobre los principios.

Nació así la CECA, se unieron después la CEE y la EURATOM. El Tratado de Roma (1957) es recordado por haber iniciado la comunidad económica, poniendo en marcha un mercado común para las mercancías. Se olvidaba que la innovación más inmediata, efectiva y concreta del Tratado era la organización administrativa común del mercado agrícola. No existe ninguna organización administrativa sectorial a nivel nacional más estrecha, compleja y de mayor duración que aquella común introducida por el Tratado de Roma. Más de cincuenta años dura ya. Y está destinada a perdurar, no querría equivocarme, hasta el 2012, salvo prórroga.

Quería mencionar estos recuerdos porque hoy estamos en un punto de inflexión. Los juristas, tanto civilistas como penalistas, nos han enseñado que incluso la omisión es un comportamiento. De la omisión pueden derivarse responsabilidades. Creo que actualmente nos encontramos en un punto de inflexión. Si esta percepción es correcta, sea cual sea la actitud que adoptemos, no hacer nada, hacer poco, hacer mucho, generaría responsabilidades por igual; condicionarían el futuro de la Comunidad Europea, pero ¿en qué dirección?

Tesauro ha señalado que el proceso de integración se ha caracterizado no sólo por los pasos adelante, sino también por los retrocesos. La observación conduce a plantearnos una primera pregunta: sí, respecto de las innovaciones que se introdujeron en 1992, prevalecen hoy los elementos de avance o por el contrario los de retroceso. A partir de 1955 (CECA) se pueden concretar un gran número de hitos importantes: el Tratado de Roma (1957), el Acta Única (1986), que señaló un periodo fundamental, el Tratado de la Unión Europea hecho en Maastricht (1992). ¿Lo que se haga o no se haga hoy será más importante que Maastricht? ¿Marcará el destino de nuestro continente, al menos durante dos o tres décadas o tal vez más? Estas son las preguntas que debemos plantearnos.

Para responder, los enfoques posibles son dos. El primero es fundamentalmente teórico. En nuestros debates parece haber dominado. Se han expresado opiniones, ya sea sobre aspectos sectoriales como estructurales, de carácter preferentemente técnico, reconducibles a teorías generalmente aceptadas, de derecho y de economía. Las teorías son muy fáciles de controvertir, y finalmente no se llega casi nunca a establecer quien tiene más o menos razón. También los hechos son debatibles, pero menos. De aquí deriva un segundo enfoque, partir de los hechos.

En el debate europeo se ha puesto de relieve como el sistema de mercado abierto, aplicado de forma absoluta por el Tratado de la UE, contrasta con el concepto de mercado común. El Tratado ha regulado el mercado de una forma que no coincide con la realidad existente, por ejemplo, en los Estados Unidos. Allí no existen limitaciones constitucionales al mercado, amplias y rigurosas como las nuestras. Somos la única zona del mundo donde el mercado se regula con normas vinculantes de naturaleza constitucional.

Aquí me gustaría abrir un breve paréntesis. La discusión de si existe o no una Constitución europea, si deba llegarse a ella o no, me parece totalmente superflua. Cualquier norma se califica como constitucional si es adoptada con una rigidez superior a la de cualquier otra norma reguladora de la misma materia. Si es así, y no puede ser de otra forma, las normas de los Tratados son todas “superconstitucionales” para Italia, Francia, España, Alemania y para cualquier otro país que se adhiera a los Tratados, puesto que el Tribunal de Justicia de la Comunidad y los Tribunales Constitucionales y los jueces internos han establecido que en caso de contradicción la norma comunitaria se aplica de forma directa en el ordenamiento de cualquier Estado miembro en sustitución de la norma nacional.

Las normas constitucionales internas se modifican generalmente con una mayoría de dos tercios de los Parlamentos o con procedimientos equivalentes. Los Tratados pueden modificarse sólo con el consentimiento expreso de cada uno de los 27 Estados miembros de la Unión, cada uno independiente del resto. Eliminamos pues el equívoco de que Europa tendrá una Constitución sólo cuando se haya aprobado un acto solemne que lleve dicho nombre. El impacto ideológico de un acto denominado “Constitución” indudablemente es notable. Pero puede ser también negativo. Podría generar el convencimiento de que el proceso de unificación se ha completado. Sin embargo, nos encontramos a no más de la mitad del camino. O estamos quizás en medio del vado, ¿en el punto más peligroso?

Volvamos atrás. Partamos del tema del Estado Social. Se nos ha explicado que existe incompatibilidad entre el régimen de mercado abierto, si se lleva a cabo en su forma extrema, necesaria para que se desplieguen por completo sus potencialidades y se desvelen sus frutos, y el principio del Estado Social. Incluso un número del «Economist» dedicado a Alemania lo ha demostrado. «Economist» es la biblia del capitalismo y de los principios de la libertad económica. La receta de «Economist» era simple: “El nivel medio de los ciudadanos alemanes debe rebajarse; la diferencia entre el nivel medio y el de los más ricos debe crecer”. ¿No conlleva esta propuesta el fin del Estado Social?

A menudo se cree que el Estado Social en Alemania fue una invención de Kohl y de su largo período de gobierno. El Estado Social en Alemania tiene una historia mucho más larga. Parte de Bismark. Es una historia de crecimiento gradual pero constante. Al final, la fórmula ha encontrado en Alemania su realización más completa. Tanto es así que la fórmula comúnmente usada para definir el tipo de sistema económico alemán es la de “economía social de mercado”.

Para entender mejor esto conviene comparar el desarrollo económico de los Estados Unidos y de Alemania entre 1945 y 1991. En los informes que el Presidente de Estados Unidos envía habitualmente al Congreso sobre el estado de la economía, Reagan no dejaba de recordar a sus conciudadanos como los Estados Unidos son Estados favorecidos por la Providencia. Han recibido todos los dones posibles e imaginables: vastísimos espacios, el petróleo, grandes ríos, bosques, la casi totalidad de las materias primas indispensables, la seguridad derivada de limitar sus dos lados con los océanos. Esta es la base de nuestra riqueza, afirmaba el Presidente Reagan. Lo dijo en documentos oficiales.

Observemos ahora Alemania. Es un país ciertamente amplio y rico. Pero sus bienes por variedad y valor no son comparables con los de Estados Unidos. Alemania no tiene petróleo. Su carbón y el acero han terminado acabándose. La población es aproximadamente la cuarta parte de la de EEUU. Durante siglos ha debido luchar con sus vecinos. En 1945, Alemania era el país vencido y los Estados Unidos el país victorioso, ya consagrado como el más rico y potente del mundo. Sin embargo en unos cincuenta y cinco años Alemania ha crecido mucho más que los Estados Unidos. Si la comparación se hiciese con Italia o con China sería fácil objetar que eran países poco avanzados y si se parte de niveles bajos es fácil obtener porcentajes de desarrollo superior. Tal objeción no es oponible en el caso de Alemania, que desde hace un siglo y medio forma parte del grupo de países económicamente más avanzados.

El dato fáctico por lo tanto es que Alemania en el período de 1945 a 1991 ha batido ampliamente a Estados Unidos en cuanto a desarrollo. Las medias de crecimiento anual del PIB han sido respectivamente del 4,05% (Italia y Francia, países con presencia igualmente fuerte de las instituciones del Estado Social, crecieron el 4,36% y el 3,86%, respectivamente), y del 3,45%. En ese período, los Estados Unidos se han caracterizado por la magnitud de sus gastos militares. Enorme en el período bélico, alcanzó también cotas muy altas en el período de la guerra fría. En los años de la carrera espacial disminuyó no por un cambio de política, sino porque el gasto se dirigió a inversiones más sofisticadas, la informática y sus aplicaciones, en lugar de a cañones y acorazados. El gasto militar en los últimos cincuenta años ha superado en más de una ocasión el 10%, ha llegado al 14% y prácticamente nunca ha bajado del 6 o 7%.

Pongamos en un lado de la balanza el gasto social de Alemania y en el otro los gastos militares de los Estados Unidos. Si, partiendo de una posición menos favorable, Alemania ha superado en su desarrollo a los Estados Unidos, es razonable poner en duda si en la economía de mercado, que existe tanto en Alemania como en Estados Unidos, el gasto social, sin negar los impulsos que el gasto militar puede dar a la innovación, contribuye más al desarrollo que el gasto militar. Al menos no puede negarse que puede constituir, sumándose con otras condiciones, un factor de desarrollo. En efecto, el gasto social presenta características que, siempre que no excedan (observación que vale para casi cualquier tipo de gasto) las posibilidades del sistema, tienen capacidad para influir positivamente sobre el desarrollo. Es un gasto de consumo, difundido de forma homogénea sobre el territorio, constante, regular, preferentemente interno. Sustenta de forma equilibrada la producción nacional. Promueve el bienestar y la paz social.

Una segunda observación puede extraerse del examen de las economías europeas pre y post Maastricht. Se constatan hechos que inducen a reflexionar. No me detengo particularmente en Italia para evitar que se me achaque subjetividad. Probemos a confrontar los datos de los 14 años previos a 1991 y de los 14 que van desde 1991 a 2005. Me detengo en 2005 porque eran los únicos Estados miembros en el momento en que se firmó mi “Eurosistema”. En el 2006 las cosas han cambiado. Pero se trata de cambios inducidos por la incidencia de las transformaciones en la economía mundial, de cuyos efectos Europa se aprovecha, pero que no parten de Europa. En comparación, los catorce años anteriores resultan, para los países que por dimensión y desarrollo habrían debido ser los principales protagonistas del nuevo curso de las cosas, constantemente mejores que los catorce años sucesivos. Hay algo, por lo tanto, que no funciona. Es necesario encontrar las causas. Se han cometido errores. En al menos un caso se trata de un error que si se aplicasen los métodos que se usaban antiguamente para corregir las cuentas en las escuelas habría merecido un fuerte subrayado en color rojo.

Si examinamos la bibliografía sobre los parámetros económicos, encontramos que existe unanimidad en considerar que el límite del 60% en la relación débito/PIB carece de cualquier fundamento racional. ¿Por qué el 60% y no el 56% o el 48%? Pero no estoy del todo de acuerdo con esta crítica. La razón del 60% es histórica. Cuando se decidió el 60% (1991) Francia tenía el 35% y Alemania el 40%. Las circunstancias de los dos grandes países los ponían a resguardo de cualquier peligro razonable.

Los Estados Unidos en su largo recorrido han alcanzado y también superado en más de una ocasión el 60%. Han llegado mucho más lejos, hasta el 114%, en el período bélico. Pero todo es distinto si la relación del 60% es impuesta como una norma jurídica inderogable, como en el caso del Tratado de la Unión Europea. La Reserva Federal americana inspira sus decisiones en el principio de la estabilidad. Pero al determinar los impuestos debe tener en cuenta también aspectos como la tasa de ocupación. En la zona euro es distinto. El Banco Central Europeo está vinculado al objetivo prioritario de la estabilidad. Puede valorar otros elementos limitadamente, sólo en caso de que la estabilidad no se vea perjudicada. La diferencia a efectos económicos es enorme. Cuando se juzgan las conductas de la Reserva Federal y del BCE como si se encontrasen en un mismo plano se comete un grave error. Las conductas son diversas porque los dos órganos se rigen y están vinculados por leyes y principios diversos.

En los Estados Unidos, como ya hemos recordado, en el período bélico se llegó a una relación deuda/PIB del 114%. Y también en los años de la guerra fría se elevó hasta el 70%. Normalmente, la relación se ha situado entre el 40 y el 45%. La flexibilidad del sistema ha permitido que llegase en breves períodos al 60% o poco más, pero que gradualmente retornase al 40%. En 1991 era, por tanto, razonable pensar que el 40% era el nivel fisiológico. Fijando el parámetro del 60% se permitía a los países un campo de expansión de 20 puntos, equivalente a la mitad de ese porcentaje fisiológico, que podía considerarse suficiente para afrontar y superar crisis temporales.

¿Qué ha sucedido, sin embargo? Francia, tras la entrada en vigor del Tratado de la UE, pasó en tres años del 35% al 55%. Alemania en el mismo espacio de tres años pasó del 40% al 55%. Los mismos saltos cercanos a los 20 puntos, con algunas variaciones, se manifestaron en otros países, como por ejemplo Bélgica o Italia. Habría debido sonar la señal de alarma. Si se habían apartaba tan rápidamente de ese nivel fisiológico, era un signo de que no se había analizado la evolución con la precisión y exactitud que hubiera sido necesaria. Tanto más si consideramos que no se habían producido conductas anómalas de los Estados. En los Estados pequeños pueden producirse variaciones relevantes por la aparición de un nuevo factor productivo o por el agotamiento de uno preexistente. Pero la economía de un gran Estado es siempre una estructura compleja. Es extraño que se pueda achacar la responsabilidad, particularmente a corto plazo, a la presencia o ausencia de un único factor concreto.

Pese a la presencia de variaciones imprevistas se permaneció inerte. Fue grave. Quizás no se habría podido hacer nada porque las normas estaban en el Tratado y habría sido necesario el consenso de todos los Estados miembros para modificarlo. El primer error efectivo es no haber establecido una supervisión atenta de los efectos, al menos en una primera fase, y no haber introducido un mecanismo flexible, aunque fuese de carácter temporal, para introducir en el momento justo cualquier ajuste que se revelase necesario.

Probablemente se temía que la constatación de errores pusiera en tela de juicio la confianza en el sistema. Quizás existía no tanto la esperanza como la convicción y la fe en los beneficios absolutos que el régimen del euro provocaría. Los veinte puntos de los primeros tres años se han reflejado en todos los años sucesivos. La restricción del margen de elasticidad ha obligado a los Estados a adoptar políticas restrictivas. Cada año de desarrollo coartado ha influido en el año siguiente, y así sucesivamente. Alemania, después de haberse estabilizado en torno al 57%, ha superado en cuatro años (2005, pero también en el 2006) el 67%. Francia, igualmente, en los últimos años ha pasado al 58%, al 60%, al 62%, al 64%, al 66% (66,67% en 2005, pero ha bajado al 64,2% en el 2006).

Estos datos demuestran que el parámetro deuda/PIB, que habría debido constituir un freno elástico, por el efecto concurrente de las condiciones históricas existentes y de las normas introducidas, se ha demostrado un límite rígido, que ha ralentizado el desarrollo. Es un límite cuyo peso no se advierte, porque los intereses sobre la deuda no tienen todos un mismo plazo de vencimiento, sino a medida que los títulos de deuda pública (mensuales, semestrales, anuales, plurianuales) van venciendo.

Hay otro aspecto sobre el que conviene reflexionar. Los recursos de los que la Comunidad dispone corresponden al 2% de los recursos totales. La cuota de la que dispone en Estados Unidos el Gobierno Federal alcanza el 50%. El Gobierno Federal tiene potestad no sólo sobre el porcentaje, que puede aumentar o disminuir (pero se comprende mejor el valor absoluto de las variaciones si se tiene en cuenta que cada 1% se refiere al PIB total estadounidense, que es superior al de cualquier otro país), sino también sobre los canales, de ingresos o de gastos, a través de los cuales los recursos fluyen y se distribuyen.

La elección de los canales de atracción y reparto de los recursos es fundamental. No es lo mismo que el agua de un río se desvíe para alimentar la producción agrícola o para producir energía eléctrica. Guido Carli, cuyo período casi de quince años como gobernador del Banco Central italiano corresponde a los años más gloriosos del desarrollo económico italiano, atribuía la máxima importancia a la circunstancia de que el Banco de Italia tuviese el control total de la liquidez y pudiese influir sobre las redistribuciones. A la capacidad del Gobierno de disponer del 50% de los recursos, de variar la entidad de los ingresos y de los gastos, además de los canales de absorción y reparto, le corresponde una capacidad equivalente de orientar, guiar, estimular o frenar el mercado, en otras palabras, de manipularlo.

El área comercial europea es la más rica del mundo. El PIB total iguala sustancialmente al de los Estados Unidos: puede superarlo o resultar inferior según la recíproca apreciación del euro o del dólar. Pero en el edificio comunitario no sólo no se he previsto, sino que se ha excluido, que pudiese existir una capacidad de incidir sobre el mercado de una forma comparable a la que tiene el Gobierno Federal de los Estados Unidos. También a este respecto se cometió un error de previsión. En los documentos preparatorios, y valga por todas la cita del estudio encargado por la Comisión conocido como “Un mercado, una moneda”, se preveía un volumen de recursos a disposición de los órganos de gobierno comunitarios en torno al 10%. No se había tenido en cuenta que el volumen de los recursos propios de la Comunidad debe ser decidido por unanimidad de los Estados miembros. La Primera ministra inglesa, la señora Thatcher, expresó de forma brutal el principio al que se atendría el Reino Unido: no concedería ningún euro más de los que, según sus previsiones, recibiría. Thatcher vinculaba esa posición al principio ideológico de tutelar la soberanía nacional. Para muchos de los Estados miembros su posición puede ser dictada por la necesidad. ¿Cómo puede imaginarse que un gran Estado, y conviene de nuevo referirse a Francia y Alemania, que encuentre dificultades para mantener la relación deuda/PIB dentro del 60%, se desprenda de una cuota de sus propios recursos comprimiendo su propia economía y acrecentando sus dificultades internas, para alimentar la capacidad de gasto de la Comunidad sin tener una certeza de los beneficios que podría conseguir con el incremento de los recursos comunitarios?

El discurso sobre la escasez de los recursos comunes no es irrelevante. En la zona euro los Estados miembros deben contar sólo con sus propias fuerzas, pero al mismo tiempo están privados del derecho de soberanía sobre la moneda (de la cual los Estados miembros que han sido eximidos de entrar en la zona euro o que todavía no han sido admitidos en la misma continúan haciendo uso) y, además, ven sus economías restringidas por la aplicación rigurosa del principio de la estabilidad y por los límites, igualmente rigurosos, derivados del respeto a los criterios de convergencia.

El gran mercado europeo, que comprende ya 500 millones de habitantes, quedó constituido plenamente el 1 de enero de 1993 con la entrada en vigor de las directivas de aplicación del Acta Única. El 1 de enero de 1992 los Estados que intentaban ser admitidos en la zona euro han debido adecuar sus economías al principio de estabilidad y a los objetivos señalados por los criterios de convergencia. Y aquí tenemos los resultados: el área sur y sudeste de Asia, China e India, y otros Estados que sufren la influencia de esas dos principales economías, marchan de forma estable desde hace casi veinte años a una media de desarrollo del 7% anual (con China e India respectivamente al 10% y al 8% aproximadamente). África, el continente más retrasado de todos, progresa a una media del 4%. Rusia alcanza el 7%, Brasil el 4%, Argentina ha pasado del 2% al 7%. Y nosotros los europeos, que de 1945 a 1991 éramos el vértice del desarrollo, superando a los Estados Unidos y superando por mucho a Japón, nos hemos conformado de 1992 a 2005 entre un 1,3 y un 1,5 (en algunos años y para algunos países sólo del 0,3 o del 0,5) e incluso aunque llegásemos al 1,8 o al 2,5 seguiríamos estando detrás y no podemos en ningún caso considerarnos protagonistas y guías del desarrollo mundial.

Detengámonos en estos datos. Alemania en 1991 con 69 millones de habitantes, cerca de la vigésima parte de la población mundial de la época, ostentaba una cuota equivalente a los 10% del comercio mundial, excluidas las materias primas. Sólo hoy, 15 años después, ha recuperado aquella cuota, con una población cercana a los 80 millones sobre una población mundial igualmente incrementada. Alemania goza de posiciones de fuerza en la mecánica pesada, en la química avanzada, en la informática. Está en fase de recuperación. Se ve favorecida por la fuerza impulsora de la economía china y de los países que a su vez se alimentan de las importaciones a China, además de la apertura de los mercados de Europea oriental, ruso y de los países de la ex Unión Soviética. Se beneficia del dólar depreciado respecto del euro porque compra (petróleo y materias primas) en dólares y vende (productos avanzados) en euros. Pero eso es todo. ¿Europa puede conformarse con el desarrollo impulsado por Alemania cuyos efectos se extienden a otros, o hay algo más que podría hacerse y no se hace?

Si volvemos sobre los pasos de los extraordinarios procesos de innovación que han caracterizado los decenios posteriores a la segunda guerra mundial, nos damos cuenta de que en la generalidad de los casos se ha llegado al resultado con la intervención conjunta del sistema empresarial y del Estado. No de un Estado cualquiera sin embargo, sólo de uno que tuviese una dimensión continental. Así sucedió con la bomba atómica y con las más potentes que la han seguido, con los misiles intercontinentales, con la informática o con las extraordinarias misiones espaciales. Los protagonistas de este excepcional proceso fueron los Estados Unidos y la Unión Soviética (después Rusia), a las cuales se han unido China y también la India. Estados de dimensión no continental como Alemania durante la segunda guerra mundial y después Inglaterra o Francia han intentado empresas análogas. Finalmente, en la carrera por el primer puesto se han tenido que rendir.

Los objetivos políticos, caracterizados por condiciones de necesidad, de los grandes países continentales han impulsado el desarrollo de sus respectivos sistemas empresariales, que hoy se han distanciado por dimensión y potencia de las empresas similares del resto de países. Las razones del diverso éxito podemos indicarlas. Hay proyectos innovadores que para llevarse a cabo requieren concertaciones masivas de capitales que sólo las exigencias absolutas de los Estados pueden justificar. Requieren integrar competencias y especialidades que sólo Estados potentes pueden estimular y poner en marcha. Ningún grupo monopolístico u oligopolístico podría perseguir idénticos objetivos en ausencia del impulso y de la financiación pública. La innovación, promovida por un objetivo de base, refluye en forma de cascada sobre la totalidad de los sectores implicados en su construcción y aplicación, tanto los de materiales, como los de la óptica, el farmacéutico, de propulsores, etc.

¿Por qué nos interesa esta argumentación? Porque en Europa están presentes todas las condiciones necesarias para estar a la vanguardia en este proceso. La Unión aglutina cerca de 500 millones de habitantes, superando de largo a los Estados Unidos y a Rusia. El mercado común europeo es el área comercial más rica del mundo. En la tecnología punta Francia y Alemania y en determinados sectores también Italia, Holanda, Suecia, Finlandia y otros Estados miembros no tienen nada que envidiar a los países de otros continentes. Sin embargo, aún dándose tales condiciones óptimas, Europa en la carrera de la innovación no figura en los primeros puestos. ¿Cuáles son los motivos? A mi juicio, el principal es la falta de una autoridad política única. Y, además, incluso si existiese la autoridad política unitaria, no dispondría de recursos propios adecuados (el porcentaje actual de la Unión es de sólo el 2%, contra el 50% del Gobierno Federal de los Estados Unidos). Los Estados miembros, incluso si quisieran lanzarla por sí mismos o mediante acuerdos negociados en pequeños grupos, ensimismados como están por los vínculos presupuestarios dependientes de la obligación de observar los criterios de convergencia, incluso uniéndose no conseguirían reunir el volumen de financiación necesario. La dificultad que se encuentran para llevar a cabo el proyecto de la Agencia Espacial Europea (ESA) podría servir de ejemplo. Se añade que el «Eurosistema», por el modo en que ha sido pensado, acrecienta las diferencias en las relaciones mutuas, especialmente entre los principales Estados miembros.

¿La renuncia de Europa a la misión que podría asumir y estaría en posición de cumplir es el resultado de una decisión meditada y consecuente o es el fruto de circunstancias casuales? Esta es la pregunta que debemos plantearnos.

El objetivo que el «Eurosistema» persigue no es el máximo crecimiento, sino el desarrollo sostenible. Pero sería un error pensar que el desarrollo sostenible constituye un obstáculo a una participación con un papel protagonista en los procesos de innovación. La sostenibilidad, como elemento calificador del desarrollo, incluso liberaría la innovación de la gran sombra que la oscurece. Es un dato fáctico que el excepcional progreso de los últimos cincuenta o sesenta años ha estado estrictamente ligado a los intereses militares. Las raíces se hunden en las exigencias bélicas. Es el espectro de la guerra y de la catástrofe el que turba el entusiasmo por las novedades. El vínculo de la sostenibilidad cortaría estos peligrosos vínculos. La innovación, comprendida aquella más avanzada, que transforma profundamente los modos de vida y las características del planeta, es necesaria. No puede evitarse. Se llegaría a ella igualmente. Debe dirigirse. Se libera de los lastres si se hace compatible con las exigencias de sostenibilidad

Qué hacer entonces? Tenemos muchos errores que corregir. Limitaciones demasiado estrictas y dañosas que eliminar. Oportunidades perdidas que recuperar. El tiempo apremia. Los obstáculos que se han consolidado, si no se remueven a tiempo, se convertirían en permanentes.

La labor de los estudiosos consiste en detectar los problemas. En indicar sus causas. En estudiar los medios para eliminarlos. Corresponde más tarde a los ciudadanos, a las organizaciones políticas, a los órganos de gobierno nacionales y comunitarios, decidir y actuar. Mi propósito era demostrar que las cuestiones de las que hoy se discute, si disponer o no de un acto denominado “constitución”, o qué artículos concretos salvar del naufragio del texto rechazado en referéndum en Francia y en Holanda, no son las más importantes. En su lugar resulta esencial darse cuenta del punto exacto en el que nos encontramos en el proceso de construcción de la “casa común” de los pueblos europeos. Si estamos aún dentro del proceso que nos lleva ocupando desde hace más de medio siglo, si estamos próximos al objetivo que inicialmente nos propusimos, o si al menos nos estamos acercando a él aunque sea a paso lento. Si, por el contrario, aquel objetivo, la efectiva unión de los pueblos europeos, que había alimentado sueños y esperanzas, está hoy tan desenfocado y lejano que podría considerarse abandonado. Muros imponentes bloquean hoy el camino.

Indicaremos aquí uno sólo: la diversificación de los intereses. No estamos ya unidos por un objetivo común. En realidad, Europa como se ha venido consolidando en los dieciséis años transcurridos, no es una sola Europa, son dos Europas. Una es la Europa de los 27 Estados y del mercado común. Comprende cerca de 500 millones de habitantes. La segunda es el «Eurosistema». Incluye sólo a 13 de los 27 Estados miembros. Su población es de unos 300 millones de habitantes. No formar parte del «Eurosistema» significa sustraerse a la obligación absoluta de la estabilidad, no estar vinculado por los criterios de convergencia, disfrutar al mismo tiempo de todas las ventajas del mercado común, con la ulterior posibilidad de asegurar a las instituciones financieras propias, a las empresas propias, a los ciudadanos propios posiciones de ventaja en relación a los que pertenecen a la zona euro por efecto de la soberanía sobre la propia moneda y del régimen de mayor flexibilidad que han conservado.

El «Eurosistema» fue concebido como un paso más hacia la integración. La moneda única habría debido homogeneizar las economías de los Estados miembros. De la moneda única y de la homogeneidad habría surgido el gobierno común. Todo esto no se ha hecho realidad. Y si continúan las actuales condiciones, no podrá serlo. En el «Eurosistema» las divergencias se han acrecentado. Y la mayor divergencia es la que existe entre los países de la zona euro y aquellos que están fuera de ella. Sería necesario incidir sobre los mecanismos que producen las divergencias, llegando hasta las causas de las mismas y eliminándolas. Sin embargo, y he aquí la paradoja, para hacerlo sería necesaria la adhesión unánime de todos, tanto de los países de la eurozona como de aquellos que están fuera de la zona euro y que no tienen intención alguna de participar en ella. Incluso si se quisiera poner en marcha una integración más estrecha únicamente en la eurozona, creando un gobierno común, haciendo caer automáticamente el vínculo de los criterios de convergencia y atenuando la rigidez sobre la que subyace actualmente el BCE, creando condiciones análogas a las experimentadas con éxito durante más de dos siglos en los Estados Unidos de América, incluso en este caso, por tener que recurrir a una modificación del Tratado, sería necesario el consenso máximo de todos y cada uno de los veintisiete Estados miembros. Que no tendrían interés alguno en prestarlo.

Es necesario encontrar una salida a estas contradicciones. Mañana podría ser demasiado tarde. Hay momentos en la historia en los que se requiere a los académicos no quedarse encapsulados en los esquemas doctrinales, fruto de la elaboración de las normas existentes. Es nuestro deber remontarnos a las causas. Indicar qué nos espera. Saber discernir en las opiniones comunes aquellas que contrastan con la realidad de los hechos. Averiguar si entre las opiniones y los ideales declarados, no se ha abierto quizás una grieta. Si fuese así, las academias no podrías permaneces inertes, tendrían la obligación de lanzar un mensaje, un mensaje en voz alta, que indique el camino a seguir. Es una misión que la escuela histórica alemana, Savigny en el Derecho, List en la Economía, eliminando los obstáculos que se alzaban frente a la fusión en un único Estado de los numerosos principados y grandes ducados precedentes, supieron cumplir en los albores del siglo XIX, creando las bases de la grandiosa expansión de Alemania. La misma misión podemos cumplir nosotros haciendo caer las barreras que obstaculizan la efectiva unificación de nuestra gran área común.

Resumen: El autor analiza los problemas existentes en la organización del «Eurosistema», que impiden a la Unión Europea estar a la vanguardia mundial tanto en los niveles económico como de innovación y desarrollo tecnológico. Sitúa el problema central en la excesiva rigidez de los criterios de convergencia, que no pueden adaptarse a las cambiantes circunstancias económicas mundiales por estar regulados mediante normas vinculantes de naturaleza constitucional. El problema no es la supuesta incompatibilidad del Estado social con el sistema de libre mercado. El autor, comparando la economía alemana con la estadounidense, demuestra que el gasto social contribuye más al desarrollo que el gasto militar.

La ralentización del crecimiento de la Unión Europea tras la implantación del «Eurosistema» se debe, según Guarino, a varios problemas que se suman a la falta de flexibilidad del sistema comunitario. En primer lugar, a la preponderancia de la estabilidad sobre el crecimiento en la política económica y monetaria del BCE. En segundo, a la escasez de los fondos destinados a la inversión pública con que cuenta la Unión Europea frente a los Estados Unidos y a otros Estados que están a la cabeza del proceso de innovación y tienen fuertes crecimientos (China o India). Y por último, a la división existente en la UE, en la que un gran número de Estados miembros no están ni quieren estar dentro del «Eurosistema».

Siendo el «Eurosistema» un paso más hacia el objetivo principal de la UE que es la integración entre los pueblos de Europa, dicho objetivo se encuentra en peligro. El autor hace una llamada a que desde la Academia se luche por un nuevo consenso de todos los Estados miembros, para lograr que la UE logre sus objetivos y reencuentre su papel histórico de referente mundial.Palabras clave: «Eurosistema», criterios de convergencia, crecimiento, objetivos de la UE.


martes, 18 de diciembre de 2018

lunes, 27 de febrero de 2017

¿QUÉ FUE DEL CETA?

 

EL CETA

Me pregunto muchas veces…. si los ciudadanos conocemos la gran envergadura de la construcción europea? 

¿Si nos importa algo políticamente hablando? O ¿por qué se hace tanto ruido con algunos acuerdos mientras con otros hemos pasado de puntillas sobre ellos?.

Me sigo preguntado si podríamos encontrar algo de este malestar posiblemente debido a la motivación persistente por la fuerte inestabilidad económica y política que ha generado en los ciudadanos una desconfianza por la corrupción, el desempleo. Por decir algo.  ….De hecho y tras la tan vendida era de la globalización, Europa se ha quedado a medio gas para poder determinar y fijar ciertas políticas estratégicas que rebajen la inflación, la prima de riesgo e incluso el desempleo existente y todo producto de una clara ambición de unos pocos que están sometiendo a la precariedad de muchos otros. De poner en prácticas políticas de expansión empresarial de las grandes empresas europeas para poder competir con otros países y el juego está en el libre mercado. Un libre mercado sin restricciones al cual por ciertos grupos políticos europeos parecen estar de acuerdo con todo esto. Por eso, y tras romper en el año 2000 el espíritu social-económico europeo. Nos enseña una realidad para que la construcción europea contra menos aspavientos exista mejor se determinarán las acciones a emprender para conseguir los objetivos.   Nuestra visión está precisamente acompañada por una época convulsa y muy delicada, tan delicada que encontramos quizás, que Europa está escondida para no dar respuesta al Millón de Profesionales existentes en la UE.

Desde hace apenas un año, son muchos los ciudadanos europeos que han despertado de su letargo. Pero, intentemos encontrar respuestas positivas si es que las hay.

No es la primera vez que os hemos indicado que el espíritu de Europa  se construya al amparo de la solidaridad, la igualdad y la paz. Por lo tanto, les corresponden a los Partidos políticos llevar a cabo esta misión, pero eso sí, sin desvirtuar los procesos de unión.  Estos grupos que representan a la casi totalidad de los ciudadanos europeos por ende a cada país miembro, se han formado por afinidades ideológicas y parcialmente por criterios segmentados. Los ciudadanos hasta hace bien poco, apenas hemos participado de la vida política, de hecho podemos fijarnos en los últimos resultados (dato relevante) pues más de  un 60% no fue a votar debido a la apatía y la falta de confianza respecto a la figura de los políticos por su escasa transparencia.

El último sondeo realizado por el Euro barómetro nos demostraba que las y los europeos mantenían una posición y opinión mayoritariamente neutra. Si tomamos el conjunto de los 28 países miembros, observamos como en los últimos meses del año pasado la percepción positiva bajó 4 puntos, hasta quedarse en un 37%, mientras que el porcentaje de ciudadanía con percepción negativa aumentó otro 4% situándose en el 23%, mientras que el restante, es decir, el 38% de la población sigue manteniendo una opinión neutra o una “no opinión”, reflejo del amplio desconocimiento de las acciones y políticas de la UE y de su impacto para nuestras vidas.

HASTA HACE BIEN POCO la interesada deficiencia en la información de las políticas de la UE, y más exactamente ante la falta de debate interno en cada país miembro, ha servido para que exista un escaso relieve mediático-informativo.  Cuestión esta destacable pues apenas la información ha llegado de una manera veraz.

Hoy en día podemos observar que Europa ha fraguado su construcción tan mal, que pudiera ocasionar un derrumbe como consecuencia de ciertos fenómenos climatológicos cuyo origen se inicia desde otro continente.  Quizás por todas estas situaciones, la Unión Europea se encuentra sumida en una crisis de legitimidad que lejos de solventarse se agrava día a día. Desde el ámbito económico al de los derechos humanos, desde el plano social y laboral al político, desde Grecia al Reino Unido, las graves carencias de partida y de funcionamiento y las profundas disfuncionalidades del proceso de integración en Europa se evidencian de una manera cada vez más acusada.

Pero hablemos un poco de la polarización de las posiciones del debate, entre detractores y defensores sobre temas que pululan en la actualidad y que intentan pasar silenciosamente. Nos referimos a los Tratados Comerciales Internacionales, y que al parecer resurgen en un tiempo de inestabilidad cíclica política donde a su vez provocan en la ciudadanía la insatisfacción por la aplicación de medidas de austeridad recomendadas por la UE sobre empleo y el bienestar.  Es decir, mientras por un lado nos dicen que nos tenemos que seguir apretando el cinturón más de lo que hasta ahora lo tenemos. Por ejemplo, ha conllevado hacia un modelo de relaciones de trabajo y de protección social que ha transitado hacia la precariedad y la desregulación posiblemente para dar paso hacia algo que ni la propia UE puede controlar, para decirnos que los Tratados son la panacea de poder generar más empleo y aumentar la productividad.   EN QUE QUEDAMOS....Yo te aprieto para que los de fuera lo tengan más fácil y no encuentren ninguna traba legislativa ni jurídica a la hora de poder comercializar sus productos.... (EJMEPLO APLICACIONES DISRUPTIVAS). El mal llamado por el estamento político y el poder económico, mundo globalizado más que europeizado, nos lo venden como aquellas negociaciones y firmas de extensos acuerdos de comercio e inversión con terceros países mediatizándonos que en estos acuerdos bilaterales se encuentra la solución a todos los problemas que tiene creados la UE.

Nos vienen a decir en la falta de transparencia hasta ahora existente, que se refleja tres pilares fundamentales en todo tipo de negociación como son:  el acceso al mercado; la cooperación reguladora (ojo en este sentido); y el establecimiento de normas comunes de obligado cumplimiento entre ambas partes (es lógico que esta tercera este unida a la segunda).

¿Pero, donde se puede encontrar el complicado convenio o acuerdo bilateral del Tratado donde muchas personas nos manifestamos en contra o como detractores?

se encuentran ubicadas en la inclusión de la protección a los inversores extranjeros, (comprobemos como la inversión de China y de Arabia Saudí cada día es más alucinante, compran todo y de todo, hasta equipos de fútbol mientras que nuestras empresas realizan obras de envergadura en los mencionados países).  Y el segundo malestar, porque se establece un mecanismo de solución de controversias INVERSOR-ESTADO por consiguiente este amplio contenido ha sido bautizado como “Tratado de nueva generación” dado que este tipo de Tratado Comercial sobrepasa la finalidad típica de los acuerdos de comercio e inversión, para enfocarse en un objetivo mayor, como es el control o la incidencia en los procesos de formación de las normas en cualquier zona geográfica del planeta.

Pero ya sabemos que no todo es oro lo que reluce, hace poco una pequeña parte nos manifestábamos contra el TTIP, en la actualidad y por el mismo proceso contra EL CETA. Es muy importante remarcar que el 26 de septiembre del 2014 concluyeron las negociaciones del CETA a expensa de plasmar la firma.

Pero insistimos, por qué no ha habido otras manifestaciones en contra de otros Tratados firmados, por poner un ejemplo: 

·      ANSA (Asociación de Países del Sudeste Asiático),  LATAM (Países asociados de Latinoamérica) con China, Arabia Saudí, etc…. Algunas con consecuencias devastadoras donde mucho comercio originario ha sido sustituido en muchas zonas de nuestra Comunidad de nuestros municipios, de nuestros barrios producto de incorporar COMPETENCIA en los mercados. Mercados donde el pequeño comerciante para vender un producto depende de un tercero. 

Pero el verdadero curso de todo Tratado Internacional tiene su base principal en los Doce países de América, Asia y Oceanía (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, EEUU y Vietnam) que crearon la mayor zona de libre comercio del mundo llamado TTP, Acuerdo de Asociación Transpacífico que abarca a un conjunto de economías que suponen el 40% del PIB mundial, y supone el primer éxito tangible en la estrategia de Barak Obama del giro al Pacífico, que consiste en centrar la política estadounidense en la región en la que se va a decidir el poder en el siglo XXI, en detrimento de Europa y Oriente Medio.

Éste es el mayor acuerdo de libre comercio en el que se ha embarcado Estados Unidos desde que hace 20 años entró en vigor el NAFTA, formado por EEUU, Canadá, y México.

El Gobierno de Barack Obama como precursor del TTP, TTIP, TISA, CETA etc, tiene sus detractores políticos. Tanto la derecha republicana como la izquierda demócrata se oponen al acuerdo, al que acusan de facilitar la "exportación" de puestos de trabajo estadounidenses a países de salarios bajos y la deslocalización de empresas en jurisdicciones con regulaciones medioambientales laxas. Esta misma sintonía existe en Europa con los partidos de los extremos tanto de izquierda como de derechas que votaron NO al CETA.

¿Pero que es un Tratado Internacional de libre Comercio?

Según se desprende en la concienciación que políticamente se está haciendo de esto. Un tratado de libre comercio (TLC) se traduce en una rebaja arancelaria, es decir, una rebaja de los impuestos al momento de internar los productos al país de destino. Esta rebaja es de carácter bilateral. La rebaja arancelaria puede ser total, es decir que el producto pague nada al ser importado o parcial, pagando sólo una fracción del impuesto.

Este impuesto o arancel de internación (que varía de país a país) no tiene nada que ver con el impuesto al valor agregado (IVA). Pues el IVA debe ser pagado si o si en el momento de que internes un producto a tu país. También toma nota que este IVA ya pagado en la importación te será devuelto en cada declaración mensual y según vayas vendiendo los productos importados.

¿Qué ventajas dicen que traen los Tratados de Libre Comercio?

Entre muchos otros, estos tratados permiten a los productores locales ampliar su mercado a otras naciones generando empleo en sus países, además este mismo productor puede contar ahora con materias primas más económicas, haciéndolo mucho más competitivo.

Los importadores de estos países pueden ahora contar con productos o materias primas más económicas porque ya no deben pagar impuestos o lo hacen parcialmente, de esta manera van a tener más margen o traspasar este beneficio a sus clientes.

Además, las importaciones libres de arancel tienden a crecer, pudiendo el ciudadano común y corriente comprar artículos no solo más económicos, sino que también más variados o también de mejor tecnología y calidad.

 

Es decir, PARA LOS DEFENSORES DEL CETA

La metodología aplicada desde la propia Comisión Europea, pasando por unos estudios realizados por el CERP y terminando por unos informes estos últimos financiados por la Cámara de Comercio la CEOE y el Instituto de Estudios Económicos nos vienen a decir que la política comercial debe conllevar una liberalización del comercio junto a un impulso de la inversión extranjera, pues son las principales fuentes estabilizadoras en los momentos de crisis. Y para potenciarlo deben de realizarse Tratados bilaterales con países en todos los continentes.

La Comisión nos informa de los grandes beneficios económicos que conlleva los acuerdos y en especial para el empleo que supondría un gran incremento del PIB donde transformados en dinero supone para la economía de la UE, de un crecimiento aproximadamente de unos 120.000 Millones.

Es decir, el objetivo principal de los Tratado de libre comercio es facilitar el comercio de bienes entre las partes y equiparar los niveles de libertad que tiene las empresas para prestar los servicios en el territorio de las dos partes a los niveles máximo de liberalización que existan en otros acuerdos de libre comercio.

Esta idea indica que aporta una mayor dimensión a nuestras pymes en la exportación. En la actualidad tan solo 70.000 de 3.100.000 pymes exportan al exterior. Por lo que la posibilidad de aumentar pymes y exportaciones vendría por la reducción de los aranceles, así como introducirse en el país receptor para una efectiva competencia.

En otro apartado la Comisión informa sobre el beneficio que conlleva la apertura del mercado de contratación pública en el país receptor de las empresas españolas y europeas.

 

PARA LOS DETRACTORES DEL CETA

Como es de lógica, desconfiamos totalmente de los datos ofrecidos cuando es la propia Comisión Europea quien corrige las expectativas ofrecidas, reconociendo la falta de fundamento generado por un excesivo optimismo donde curiosamente los dos informes emitidos no contemplan las posibles consecuencias negativas de la desviación de comercio o la deslocalización de empresas sobre el empleo ni el impacto en el plano cuantitativo.  Por lo tanto, primero los detractores se apoyan justamente en lo indicado por la propia Comisión Europea quien resalta su excesivo celo de optimismo al pronosticar una caída del PIB en los países más ricos de la UE y una afectación importante sobre el nivel de empleo.

Segundo, Respecto al crecimiento de exportaciones realizadas por las pymes es una situación baladí y muy cuestionable, ya que el 95,9% del total de empresas españolas son micro-pymes. La medida visto desde otra perspectiva total lo único que afianzaría es un mayor beneficio y un ahorro para las cerca de 70.000 pymes que exportan a los países con los Tratados.

Tercero, existe una falta de transparencia y de momento un silencio asistido en ciertas promesas en relación en la apertura del mercado de la contratación pública.  En España tenemos que seguir denunciando esta situación de intromisión empresarial, ya que los servicios públicos han sido mayoritariamente fragmentados y privatizados en la época de mayor crudeza de la crisis por un Partido ejecutor en mayoría parlamentaria como fue el Partido Popular. Por lo tanto, ya están controlados por grandes empresas y fondos de inversión que en caso de disparidad podrían y con el Tratado tal y como supuestamente se informa pueden acudir a los Tribunales.

Pongamos por ejemplo una multinacional XXX. Es una empresa madrileña con sede central en Irlanda, que ostenta el monopolio sobre un producto vital y muy necesario y que actúa como materia prima en la salud pública otras multinacionales actúan en cuestiones de medioambiente y6 movilidad y así hasta todas aquellas que se adueñan de las energías renovables de eficiencia energética y servicios a los ciudadanos, por seguir poniendo unos ejemplos. Dentro de su estructura en el Consejo de accionistas están incorporados las empresas del capital riesgo y del banco de inversores. Pues bien, todas estas multinacionales agrupadas por empresas tecnológicas controlarán los datos fiscales laborales y sanitarios de la población y supuesto el poder político

Todo ello, nos hace pensar en la idea que detrás están las empresas inversoras de capital riesgo donde quieren jugar un papel decisivo en la gestión de los servicios públicos consolidando y blindando a su vez su poder sobre la economía mundial.

Puestos en antecedentes de lo que puede llegar a beneficiar o perjudicar un Tratado en este caso el CETA, según se desprende de las últimas noticias que nos informan de la una vez aprobación por el Parlamento europeo queda que se apruebe de igual manera por  el Parlamento Canadiense y por supuesto, elevar a su aprobación por los países miembros de la UE. En nuestro caso, al parecer el Gobierno de Mariano Rajoy apoya su implantación inmediata sin debate parlamentario previo cuando estábamos con un gobierno en funciones…. Decir que un gobierno en funciones ha sido un mal endémico hacia la sociedad española porque se saltaba todo tipo de control parlamentario. Ahora que existe gobierno en minoría lo tie mucho más difícil.   

AUNQUE LA VERDAD DE TODO ESTO mientras algunos países como EEUU este tipo de Tratado Internacional buscan como interés el económico, olvidan algo primordial como REGLA BÁSICA de estos Tratados, la protección a los consumidores y que es un contrapeso a las normas sobre el correcto funcionamiento de los mercados. Los europeos debemos exigir que como consumidor no podamos ser engañado, y menos aún que nos confundan.

 

 

jueves, 19 de marzo de 2015

Informe Transforum Transport 2050



 

En Marzo de 2011, la Comisión Europea adoptó una estrategia detallada (Transporte 2050) para un sistema de transporte competitivo que aumentará la movilidad, eliminará los principales obstáculos en áreas clave y fomentará el crecimiento y el empleo. Al mismo tiempo, las propuestas reducirán de manera dramática la dependencia Europea al petróleo importado y mitigarán las emisiones de carbono producidas por el transporte en un 60% para el año 2050. De ahí a que el subtítulo del Libro Blanco sea: “por una política de transportes competitiva y sostenible”.

El Libro Blanco sobre transporte detalla 10 objetivos estratégicos y valores de referencia. Los siguientes cuatro constituyen el enfoque principal de TRANSFORuM:

·    Objetivo 1: Reducir a la mitad el uso de automóviles de «propulsión convencional» en el transporte urbano para 2030; eliminarlos progresivamente en las ciudades para 2050; lograr que la logística urbana de los principales centros urbanos en 2030 esté fundamentalmente libre de emisiones de CO2. 

       Objetivo 3: Intentar transferir a otros modos, como el ferrocarril o la navegación fluvial, de aquí a 2030, el 30 % del transporte de mercancías por carretera para recorridos de más de 300 km., y para 2050, más del 50 %, apoyándose en corredores eficientes y ecológicos de tránsito de mercancías. Para cumplir este objetivo también será preciso desarrollar la infraestructura adecuada. 

·      Objetivo 4: Para 2050, completar una red europea de ferrocarriles de alta velocidad. Triplicar la longitud de la red existente de ferrocarriles de alta velocidad para 2030 y mantener una densa red ferroviaria en todos los Estados miembros. En 2050, la mayor parte del transporte de pasajeros de media distancia debería realizarse por ferrocarril.

·       Objetivo 8: Para 2020, establecer el marco para un sistema europeo de información, gestión y pago de los transportes multimodales. 

El Libro Blanco es parte de la tradición de otros grandes documentos estratégicos europeos relacionados con transporte. En 1992, la Comisión Europea publicó un Libro Blanco sobre la política común de transporte, que se dedicó a la apertura del mercado, en línea con las prioridades del momento. Casi diez años después, el Libro Blanco de 2001 enfatizó la necesidad de manejar el crecimiento de transporte logrando un uso más balanceado de todos los modos de transporte.

Otros documentos previos relacionados con el transporte incluyen “Logistics – Keeping freight moving” (2007), “Greening Transport” (2008), “Maritime Transport” (2009) y “The Future of Transport” (2009). Ahora, el Libro Blanco de 2011 da una mirada global a desarrollos en el sector de transporte, a sus futuros retos y a las iniciativas políticas que necesitan ser consideradas. Toma el desafío de buscar una transformación profunda del sistema de transporte, promoviendo independencia del petróleo, la creación de infraestructura moderna y la movilidad multimodal asistida por una gerencia inteligente y sistemas de información. Es presentado en conjunto al proporcionar una hoja de ruta hacia una economía con bajas emisiones de carbono para el año 2050 y el nuevo Plan de Eficiencia Energética 2011, y forma una parte integral de la iniciativa de la Comisión para la “utilización eficaz de recursos”.

En otras palabras, formula una visión integrada de cómo debería ser el transporte en el año 2050. También detalla algunas metas intermedias para el año 2030 con el fin de hacer que el alcance de la tarea de transformación sea más tangible y para facilitar el monitoreo.

Poco después de la publicación del Libro Blanco, se emitió una convocatoria de propuestas del 7thFramework Programme bajo la supervisión de la Junta Administrativa General de Transporte para un "foro para ayudar a implementar la futura orientación general del sistema de transporte tal como se define en el Libro Blanco" (Identificación de la convocatoria TPT.2012.1-1). En particular, dicho foro se centraría en los cuatro objetivos del Libro Blanco relacionados con movilidad urbana, trenes de alta velocidad, transporte de carga o mercancías e ITS. Un grupo de organizaciones, que después se convirtieron en el consorcio TRANSFORuM, propusieron una estrategia sistemática y exhaustiva para organizar dicho foro con los participantes principales y retroalimentar los resultados a todos los actores – incluyendo políticos y legisladores a nivel europeo. 

Este contexto también explica el título del proyecto: es claro que estamos enfrentando cambios masivos, una transformación completa de un sector entero. Se requiere una aproximación sincronizada por parte de todos los participantes, titulares y emergentes, para lograr este objetivo. Esta sincronización demanda un diálogo franco, transparente y objetivo, es decir, una plataforma o foro bien moderados. TRANSFORuM encaja en este papel exactamente como un intermediario y facilitador verdaderamente independiente. Es independiente en el sentido de que está libre de intereses creados. Sin embargo, no es ciego a cuestiones de fondo. Al contrario, el consorcio TRANSFORuM está compuesto de algunos de los expertos más respetados en su campo de toda Europa.

Esta combinación es la garantía para transparencia, credibilidad, y resultados rigurosos y relevantes.

martes, 24 de enero de 2012

Los Tratados Europeos

LOS TRATADO DE ROMA,  DE MAASTRICHT
El TRATADO DE LA Unión EUROPEA (TUE),
EL TRATADO CONSTITUTIVO (TC),
EL TRATADO DE FUNCIONAMIENTO (TF)
CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA (CE).

La Política en la Unión Europea implica un espacio sin fronteras interiores”.

“La Política Española implica la Unidad de Mercado en todo el territorio español”

Desde la adhesión a la Comunidad Europea, las normativas comunitarias han sido el referente obligado de nuestra legislación, de tal forma que, en los últimos veinte años las sucesivas reformas han tenido la necesidad de adaptar  nuestro Ordenamiento Jurídico a los requerimientos de las Directivas Comunitarias.
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martes, 29 de marzo de 2011

NOTA DE PRENSA GRUPO EMPRENDEDOR DE ESTUDIOS TÉCNICOS


NOTA DE PRENSA DEL
GRUPO EMPRENDEDOR DE ESTUDIOS TÉCNICOS DEL SECTOR DEL TAXI

Respecto a las últimas noticias que se están vertiendo  sobre el trabajo que están realizando las partes interesadas del TRANSPORTE NACIONAL (Viajeros), como consecuencia  de  la transposición que se debe de efectuar de la DIRECTIVA europea SOBRE LIMITACIÓN DEL TIEMPO DE TRABAJO EN EL SECTOR DEL TRANSPORTE POR CARRETERA (DIRECTIVA 2002/15) y en vigor la española 902/2007.
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sábado, 9 de mayo de 2009

IRU Las principales preocupación de la UE y el sector del transporte por carretera

Esta entrada fue publicada el sábado 9 de mayo de 2009 y está archivada bajo las categorías General

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domingo, 31 de octubre de 2004

Europa figura determinante en la España (parte segunda)


Artículo rescatado 1992

Para ello establecen unas bases o documentos funcionales que bajo unificados criterios definen como sostenible un sistema de transporte urbano y su jerarquización con una potenciación especialmente en los nudos de intercambio o intermodalidad que contribuyan al incremento de atracción de los diferentes modos de transportes ambientalmente más correctas y sostenibles dentro de las ciudades, para que representen una alternativa al vehículo privado.
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El Transporte un servicio de calidad

SEGÚN LA UNIÓN EUROPEA

Artículo rescatado 1992

Los transportes que constituyen un eslabón físico de la cohesión social y del desarrollo equilibrado de los territorios, son un componente fundamental de los servicios públicos, por otra parte, es el único sector para el que el Tratado de Roma consagró explícitamente el concepto de SERVICIO PUBLICO.

Europa hace una declaración explicita sobre los servicios de interés económicos generales, al articular los modos por la instauración de un servicio adecuado de transporte público, basado en requisitos mínimos como la salud y la seguridad de los pasajeros, la accesibilidad de los servicios, el nivel y la transparencia de las tarifas y una duración limitada de las concesiones, y para ello la intervención se plasmará en contratos de servicios públicos de una duración de 5 años adjudicados mediante concurso.
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