EL ACUERDO TRANSATLÁNTICO DE LIBRE COMERCIO
EL ASCENSO AL PODER ILIMITADO DE LAS
MULTINACIONALES
Traducción de una versión reducida del
documento de S2B:
“A Brave New Transatlantic
Partnership”.
Traducido por Verónica Gómez Calvo,
ATTAC España.
Resumen introductorio.
El TTIP ha sido vendido a los
ciudadanos europeos y norteamericanos como un vehículo poderoso para mejorar el
crecimiento económico, prediciendo un aumento de hasta el 1% del PIB, así como
la creación de cientos de miles de puestos de trabajo. Sin embargo, parece que
la fe en la liberalización comercial es tan exagerada como los beneficios que
pudiera reportar. Lo que emerge de todo esto, es que el TTIP es un proyecto
político transatlántico promovido por las élites políticas y corporativas sobre
la promesa infundada de aumentar el comercio y el número de empleos, la misma
que retrotraerá las protecciones regulatorias sociales y medioambientales,
reducirá los derechos de los ciudadanos frente a las corporaciones y
consolidará el liderazgo de EEUU y la UE en el mundo.
Se exageran los beneficios y se
ignoran los riesgos.
La Comisión Europea llevó a cabo su
propio estudio sobre el impacto del TTIP y concluyó que el crecimiento esperado
en la región sería del 0.1%, y el ritmo del crecimiento en un periodo de 10
años, del 0.01% del PIB, lo que es absolutamente trivial si lo comparamos con
los riesgos socio-económicos y medioambientales que puede traer como resultado.
El incremento de la competencia entre
EEUU y la UE por la liberalización comercial podría desatar un proceso de
reestructuración productiva que llevaría a la pérdida de puestos de trabajo
(capítulo 1). Esta competición añadida incrementaría el desequilibrio ya
existente entre la Europa del centro y la Europa periférica.
Por otro lado, la armonización de las
regulaciones y normas a ambos lados del Atlántico sólo puede llevar a una mayor
liberalización si se hace por el mínimo común denominador, es decir, implicaría
una rebaja de los estándares europeos y americanos, ya que difieren
prácticamente en todo, y la única forma de profundizar en el libre comercio es
debilitando las regulaciones.
Por ejemplo, la protección del
consumidor en Europa quedaría muy debilitada, en áreas como los alimentos
modificados genéticamente, la carne tratada con hormonas y el pollo
desinfectado con cloro (capítulo 3). Como resultado, las políticas europeas de
agricultura sostenible podrían desaparecer totalmente, ya que la UE abriría su
mercado a los productos americanos, los cuales no están sujetos a normas
estrictas sobre el bienestar de los animales, o el uso de pesticidas agrícolas
dañinos, a las cuales si están sujetos los productores europeos.
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Otras políticas medioambientales
europeas, y de regulación financiera en EEUU, podrían verse también afectadas.
El TTIP podría amenazar la moratoria europea sobre la extracción de gas de
pizarra (gas de esquito) (capítulo 2), y podría debilitar también la regulación
europea llamada REACH, soslayando, de esta manera, los requisitos de pruebas
para miles de químicos tóxicos (capítulo 5).
Así mismo, la regulación financiera
estadounidense podría estar en peligro, puesto que en la actualidad es más
estricta y ejerce más control que la europea, justo en un momento en el que
hasta el FMI y el BM han empezado a reconocer que el control del capital puede
ayudar a prevenir y prevenir la fuga especulativa y desestabilizadora de capitales.
Mientras tanto, el TTIP aboga por la liberalización de todos los servicios,
incluyendo los financieros, lo que podría reforzar y promover, más que
prevenir, otra crisis financiera internacional (Capítulo 6).
Al TTIP también se le conoce como
TAFTA, y se propuso en Febrero de 2013, cuando Obama y los líderes de la UE se
comprometieron a lanzar las negociaciones sobre el TTIP. La primera ronda fue
en Julio de 2013 y se tiene la intención de acabar con estas negociaciones a
finales de 2014.
Este acuerdo va más allá de
simplemente eliminar los aranceles y abrir los mercados a los inversores de
cada mercado, las negociaciones se están centrando en eliminar las mismas
regulaciones que protegen a los consumidores, los trabajadores y el
medioambiente, ya que se interponen en el camino de los beneficios
corporativos. Por ejemplo, “en el sector del automóvil, no son los aranceles el
mayor problema, sino las diferencias en los estándares de seguridad y
medioambiente. El objetivo de estas negociaciones es reducir retrasos y costos
innecesarios para las compañías” (Comisión Europea).
Con este objetivo, la UE y EEUU
quieren “armonizar” sus estándares y normas, lo que equivale a una reducción y
degradación de las normas sociales y medioambientales a favor de los intereses
de los grandes negocios para que puedan mover libremente su capital, bienes y
trabajo. Así por ejemplo, EEUU está deseando ver reducir los estándares
laborales y el principio de precaución de Europa, y Europa los estándares para
hacer tests, la seguridad de los aparatos médicos y medicinas, así como su
régimen de regulación financiera que es más estricto. Las negociaciones pueden
amenazar también la libertad en internet a través de los derechos de propiedad
intelectual de las corporaciones, y tendrá consecuencias importantes sobre los
agricultores, consumidores y pacientes.
Además, este acuerdo forma parte de
una estrategia de la UE y EEUU para asegurar su liderazgo en los asuntos
mundiales en un momento en el que se ve amenazado por el alzamiento de las
economías emergentes (Brasil, India, Rusia, China y Sudáfrica).
Durante más de dos décadas, las
corporaciones de Europa y América han estado intentando conseguir un libre
mercado a ambos lados del Atlántico, para ello, muchas asociaciones
industriales han presentado documentos conjuntos a favor de este acuerdo
haciéndose oír con una única voz. Entre estos sectores encontramos: el
automóvil, el farmacéutico, la salud, los químicos y el IT. La Comisión Europea
ya ha tenido con los lobistas más de 100 reuniones, mientras deja en la más
absoluta oscuridad a la población civil sobre este acuerdo.
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Por otro lado, asociaciones de
consumidores, activistas del medioambiente, comercio e internet, así como
sindicatos y agricultores, ya han empezado a luchar contra esta agenda
corporativa, a la vez que han subrayado la necesidad de que haya un debate
público sobre este acuerdo, y han puesto sobre la mesa el debate sobre la
necesidad de reformar las normas del comercio internacional.
CAPÍTULO 1
Divididos, desprotegidos, y sin
derecho a huelga.
Reformando los derechos laborales y la
política social a favor de los intereses de las transnacionales.
Nos venden el TTIP como un acuerdo que
creará millones de empleos y un crecimiento del PIB del 1%, mientras un estudio
de la CE lo sitúa en 0.1% y la creación de puestos de trabajo está por ver.
Según el estudio llevado a cabo por la
Comisión Europea sobre el impacto del TTIP, reconoce que el incremento
comercial con los EEUU tendría un shock inicial en los sectores industriales más
afectados que les llevaría a una reestructuración. Estos sectores serían
aquellos que se verían en desventaja frente a la mayor competitividad americana
como: los productores de carne, fertilizantes, bioetanol y azúcar, por ejemplo.
También habría un declive en los sectores de equipos de transporte y el sector
del metal, así como en los sectores primarios, especialmente: la madera y
productos de papel, los servicios a los negocios, la los sectores de servicios
personales y de comunicación. Este estudio asegura que habrá costes prolongados
asociados a los ajustes substanciales que serán necesarios.
Incluso si se incrementa la demanda de
trabajadores en ciertos sectores, no es menos cierto que habrá sectores que
perderán trabajadores y la empleabilidad de éstos no será automática, pues
necesitarán nueva formación y destrezas. Para mitigar estos impactos negativos
sería necesario incorporar en el acuerdo una serie de medidas preventivas, pero
éstas no se hallan en Acuerdo TTIP, ni la Comisión Europea hace hincapié en que
se adopten, parece que la CE da por hecho que los gobiernos mismos tendrán
suficientes recursos para mitigar estos impactos negativos.
Para poner un ejemplo, el NAFTA
(acuerdo de libre comercio entre EEUU, Méjico y Canadá) incrementó el flujo
comercial por tres pero la promesa de millones de puestos de trabajo – 20
millones – no se materializó. De acuerdo con el análisis del Instituto de
Política Económica, el número de trabajos creados en EEUU por la expansión de
la exportación, en relación al número de puestos de trabajo que se perdieron
por el crecimiento de las importaciones extranjeras debidas al NAFTA, se
tradujo en la pérdida de casi un millón de puestos, y no en la creación de 20
millones. Esto sin mencionar la presión hacia abajo que sufrieron los sueldos
de los trabajadores, lo que contribuyó a su estancamiento desde mediados de los
70.
Según el Centro de Investigación sobre
Globalización, el NAFTA permitió a las corporaciones americanas mover más
fácilmente sus fondos de inversión a través de la frontera para
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establecer sus nuevas fábricas de
producción en Méjico, debido a los sueldos más baratos de este país, mientras
se cerraban las fábricas en EEUU. Las corporaciones incrementaron enormemente
sus beneficios pero tuvo como resultado el deterioro de las condiciones
laborales a ambos lados de la frontera. Los trabajadores americanos sufrieron
recortes salariales o desempleo, mientras los trabajadores mejicanos perdieron
sus puestos de trabajo tradicionales para ser forzados a trabajar en
condiciones cercanas a la esclavitud en las fábricas de las corporaciones
americanas situadas en Méjico.
De acuerdo con el presidente del
Instituto de Política Económica de Washington, Jeff Faux, sería inviable
pretender una mayor liberalización comercial sin dar la misma prioridad al
desarrollo social y laboral que se da a la protección de los intereses de
inversores y financieras.
Además, en Europa corremos el riesgo
de que regiones enteras de la UE carguen con los costes sociales de este
acuerdo, dividiendo todavía más a los países ricos y más empobrecidos de
Europa, incrementando la brecha entre los países del centro y la periferia
europea. Ya en su momento, la adhesión a la UE y el Euro trajo consigo la
desindustrialización de los países mediterráneos.
Los intereses de exportación
americanos se dirigen precisamente a través del TTIP a los sectores principales
donde la periferia europea tiene interés en defender, la apertura de este
mercado transatlántico llevaría a la exacerbar la división entre los miembros
ricos y pobres de la UE, precisamente en un momento en el que se debería
proteger a los ciudadanos en lugar de exponerlos a la competición extrajera.
Además, los derechos laborales podrían
deteriorarse a través de la “armonización” de las normas y regulaciones
transatlántica, ya que los EEUU no han ratificado algunos de los estándares y
convenciones de la OIT, lo que incluye el derecho a la libertad de asociación y
las prácticas sindicales.
Ya en la UE, ha habido ataques
recientes sobre los sueldos de los trabajadores en el contexto de la
euro-crisis, el TTIP serviría al propósito de reformar la legislación laboral
europea para sintonizarla con la de EEUU, lo cual incluiría una ley anti
sindicalista, llamada erróneamente “Derecho a trabajar”, que ha restringido
sistemáticamente la libertad de asociación de los trabajadores en EEUU.
De acuerdo con la Federación del
Trabajo de EEUU y el Congreso de Organizaciones Industriales, en EEUU se ha
iniciado una carrera hacia abajo en relación a los sueldos y los estándares de
seguridad y salud, ya que los Estados compiten los unos contra los otros.
Cuando la CE dice que “deberíamos revisar la ley laboral europea para minimizar
el riesgo de reducir la inversión americana en Europa y que se desvíe a otras
partes del mundo”, podríamos estar contemplando el inicio de un panorama
similar entre los países europeos que deberán competir entre sí. Después de
todo, las leyes laborales europeas se encuentran en la lista de “medidas no
arancelarias” identificadas como un obstáculo en el camino al libre flujo
comercial y de inversión.
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La reestructuración industrial
provocaría la pérdida de millones de puestos de trabajo pero además, y si se
cambia la legislación laboral, los trabajadores europeos no tendrían el derecho
a auto-organizarse ante el crecimiento del desempleo y la austeridad en Europa.
CAPÍTULO 2
Comercializando la naturaleza por los
beneficios económicos.
Destrucción medioambiental con la
excusa de crear una riqueza incierta.
La propia evaluación de la Comisión
Europea sobre el TTIP concluyó que este acuerdo, al tener como objetivo
prioritario el incremento del comercio transatlántico, tendría como resultado
inevitable impactos negativos en el medioambiente. El TTIP aumentaría la
polución y el agotamiento de los recursos naturales al incrementar, la
producción, el comercio y el consumo. Además, para conseguir este aumento del
comercio, el TTIP necesitaría también eliminar algunas normas y regulaciones en
nombre de la pretendida “armonización” y “reconocimiento mutuo” entre los
estándares de EEUU y la UE. Esto debilitaría ampliamente “el Principio de
Precaución” europeo, piedra angular de la política europea medioambiental,
teniendo serias consecuencias sobre la salud y la seguridad de las personas y
el medioambiente.
La cumbre European Business que se
reunió en 2013, y cuenta con algunas de las más grandes corporaciones europeas,
echa la culpa a la regulación medioambiental de colocar a las compañías
europeas en desventaja con sus homólogas americanas y chinas, y por ello, están
haciendo lobby a los reguladores de EEUU y la UE con la intención de que
reduzcan el diferencial entre EEUU y UE.
Si esto se consiguiera, muchas de las
regulaciones europeas dejarían de ser operativas. Por ejemplo, la Directiva
Europea de Energías Renovables tiene muchas fisuras legales, pero al menos en
principio, requiere que la materia prima utilizada para conseguir energía
cumpla con ciertos objetivos de reducción de emisiones de gas invernadero y
otros criterios de sostenibilidad básica.
El Etanol americano se obtiene de maíz
y soja modificada genéticamente, así que no cumple con semejantes requisitos y
está excluida de los incentivos relacionados con impuestos de los que se
benefician otros combustibles. El etanol americano es menos competitivo en el
mercado europeo y por eso, las grandes compañías de la industria agraria están
tratando de asegurarse de que estos obstáculos regulatorios desaparecen de
escena.
Sin embargo, si así fuera, los
esfuerzos por evitar impactos dañinos sociales y medioambientales, provenientes
de la controvertida producción de biocombustibles, serían baldíos.
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Fracking – La fractura hidráulica
El “fracking” ha sido tema de portada
en las noticias debido a los impactos negativos de esta técnica sobre la salud
y el medio ambiente, los cuales incluyen gas metano que escapa al medio
ambiente (con la posibilidad de crear serias explosiones) y agua de los pozos
de donde se extrae gas, que retorna a la superficie conteniendo elementos
radiactivos y grandes concentraciones de sal (la cual, si se desecha
incorrectamente, puede ayudar a provocar pequeños terremotos). Debido a que en
EEUU la regulación medioambiental es más débil que en la UE, el “fracking” en
EEUU está a la orden del día, con más de 11.400 pozos que se abren cada año
para extraer gas natural.
Las compañías de energía americanas
tienen los ojos puestos en las reservas de gas europeas, especialmente las de
Polonia, Dinamarca y Francia, y utilizaría el TTIP para romper con las
prohibiciones y moratorias que protegen a los europeos de dicha práctica.
Además, el precio de gas natural americano es mucho más barato que el europeo
(3$ frente a los 11-13€ por unidad). Si las compañías americanas consiguieran
exportarlo a la UE a través de un acuerdo de libre comercio, aumentaría
exponencialmente la práctica de la fractura hidráulica en los EEUU.
Sin alternativas frente a la
globalización
Otra de las demandas típicas en los
acuerdos de libre comercio, suele ser asegurar que la contratación pública está
abierta a la competición extranjera, especialmente ahora, que hay muchas
medidas estatales para favorecer la contratación pública de compañías
nacionales frente a las extranjeras, como medida para apoyar la economía local
y recuperarse de la crisis financiera.
Un ejemplo de lo que esto podría
significar lo encontramos en el caso de Japón. Este país llevó a la provincia
canadiense de Ontario ante la Organización Mundial del Comercio en 2010 por
haber introducido una Ley de Energía Verde que tenía como objetivo expandir la
producción de energía verde renovable, y crear miles de puestos de trabajo a
nivel local. Bajo esta ley, todas las compañías, sean nacionales o extranjeras,
deben garantizar que al menos el 60% del valor de las partes y servicios
contratados deben tener su fuente original en Ontario, de modo que se estimule
y apoye la economía local. Esta ley creó más de 31.000 puestos de trabajo y
billones de dólares en inversión. Sin embargo, la Organización Mundial del
Comercio dictaminó que esta ley era ilegal porque la condición de “comprar
localmente” violaba las leyes de comercio internacional.
Si el TTIP incluyera un capítulo sobre
la contratación pública, como así intenta. Cualquier autoridad pública que
quisiera explorar modelos económicos alternativos al internacional de libre
comercio correría el riesgo de enfrentarse al mismo tipo de situación con
costes legales, no importa si las medidas son beneficiosas y necesarias para
las comunidades locales y el medioambiente.
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CAPÍTULO 3
El último encierro
Agricultores y consumidores a merced
de la agricultura industrial.
La llamada “armonización de las normas
y estándares” de la UE y EEUU pretende eliminar no sólo los aranceles, sino
cualquier tipo de barrera que obstaculice el comercio transatlántico. Esto nos
llevaría a tener que aceptar en la UE los alimentos modificados genéticamente,
la carne de ternera y el cerdo tratados hormonalmente y el pollo desinfectado
con cloro, que se usa para eliminar los microbios en la producción de carne de
pollo, ya que el TTIP limitaría el “Principio de Precaución” europeo en el cual
se basa la regulación alimentaria y los derechos de los consumidores europeos.
Además, la reducción o eliminación de
los aranceles llevaría a los agricultores europeos a una mayor competición
internacional frente a las compañías agrícolas americanas. Si se llevase a cabo
y de forma paralela, la eliminación de los aranceles y las barreras no
arancelarias, seríamos además testigos de una mayor concentración de poder
económico en manos de las corporaciones del negocio agrícola a costa de los
agricultores y consumidores.
En EEUU, la granja media es 13 veces
más grande que sus homólogas europeas, y como la concentración del negocio en
grandes corporaciones ha sido progresiva, en la actualidad sólo hay 2 millones
de granjas americanas frente a los 13 millones de granjas europeas. Además de
ser más pequeñas, las granjas europeas deben atenerse a unas regulaciones y
normas más estrictas. Si el TTIP se llevara a cabo según está planeado, dañaría
peligrosamente los intentos de reformar la política agraria europea sobre un
asentamiento sostenible, social, económica y medioambientalmente, pondría
también el punto final a los pequeños circuitos que se han creado entre
productores y consumidores, así como con el apoyo necesario para los sistemas
de alimentación local y regional. En su lugar, la competición con los
agricultores americanos nos llevaría a la aceleración de la concentración de la
producción agrícola en unas pocas corporaciones, a la reducción de trabajadores
del sector agrícola y consecuentemente, a un mayor porcentaje de desempleo,
según reconoció el propio estudio de evaluación de la Comisión Europea.
La UE requiere que los productos que
se derivan de la biotecnología sean etiquetados, lo que impide la entrada de
muchos productos americanos. La Organización de la Industria de la
Biotecnología de hecho, está instando para que se normalicen dichos productos,
mientras la Comisión Europea (CE) ha asegurado a los consumidores que la ley
sobre alimentos modificados genéticamente no se puede negociar. Sin embargo, si
la CE va cediendo a la presión de las compañías sobre la Autoridad de Seguridad
Alimentaria europea, podríamos ver como se debilitan estas regulaciones para
equipararse a las americanas, donde los productos modificados genéticamente no
necesitan ser supervisados, no necesitan realizar test de seguridad o ser
etiquetados, ya que se asume que estos productos son iguales que la comida no
modificada genéticamente.
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De hecho, los consumidores europeos
están muy sensibilizados respecto a este tema y se oponen a este tipo de
alimentos, lo que podría ser soslayado de aprobarse el TTIP, ya que este
acuerdo escapa a una discusión pública abierta.
Si se legitimara la industria de los
alimentos modificados genéticamente, no sólo entrarían rápidamente en el
mercado europeo, sino que gracias al “reconocimiento mutuo” de estándares y
normas de la UE y EEUU, estos productos importados no tendrían necesidad de
etiquetarse, lo que debilitaría los derechos de los consumidores y el
“Principio de Precaución” europeo.
De momento, las grandes corporaciones
biotecnológicas como Monsanto, DuPont y Dow Chemical, productores de alimentos
y químicos modificados genéticamente, han lanzado una campaña masiva en EEUU
para contrarrestar el sentimiento público cada vez más fuerte contra estos
productos. Sólo en California, la industria biotecnológica se gastó en 2012, 40
millones de dólares para derrotar una medida que proponía eliminar el
etiquetaje de estos productos, hay iniciativas similares en más de 20 estados
en la actualidad. El TTIP ofrecería una herramienta útil para frenar y acabar
con estas iniciativas llevadas a cabo por los consumidores.
Carne tratada con hormonas y cloro.
En los años 80 y 90, la UE introdujo
una serie de prohibiciones sobre algunos alimentos americanos como consecuencia
de nuestras más estrictas normas de salud en la producción alimentaria y porque
estos productos entrañaban algunos riesgos para la salud de los europeos.
En EEUU los agricultores crían a los
terneros y proporcionan a las vacas un tratamiento hormonal para incrementar su
productividad, como es el caso de la Somatrotropina Bovina Recombinante, la
cual se sospecha que produce cáncer en humanos. A su vez, también se trata a
los cerdos con “Clorhidrato de Ractopamina”, lo que refuerza su crecimiento.
Sin embargo, esta droga con la que se alimenta a los cerdos justo hasta el
momento en que se les sacrifica, ha sido encontrada en la carne de cerdo
vendida al consumidor, lo que llevó a su prohibición por la UE. De todos modos,
los productores de cerdo americanos sostienen que no aceptarán ninguna otra
propuesta que no sea la eliminación de esta prohibición en el uso de la
ractopamina en el proceso de producción, la cual creen que es una violación de
las leyes del comercio internacional.
También el pollo americano fue
prohibido en Europa debido a que su carne se lava con cloro, siendo además
inefectivo para matar las bacterias peligrosas como la salmonella, el cloro
todavía se encuentra en la carne de pollo servida al consumidor.
Dado que el objetivo del TTIP es
llegar a la armonización de las normas y estándares a ambos lados del
Atlántico, hay serias duda y preocupación por la eliminación de las
prohibiciones europeas sin consideración por las preocupaciones y deseos de los
ciudadanos europeos. Si se llegara a llevar a cabo, el impacto del TTIP
afectaría al sector alimentario a todos los niveles,
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desde la producción al consumo, con
las transnacionales teniendo pleno control en cada peldaño del proceso.
CAPÍTULO 4
Forzando el “ACTA” por la puerta de
atrás y los derechos civiles por la ventana.
Los derechos de propiedad de los
gigantes de internet por encima de los derechos de los ciudadanos
Los gigantes industriales de Hollywood
y Silicón Valley, entre otros, ya han dejado claro que esperan de los EEUU y la
UE que pongan el tema de los derechos de propiedad intelectual (DPI) en el
centro del TTIP. Argumentan que un mayor reforzamiento de los DPI protegería a
las compañías de la “piratería” y estimularía la innovación, el progreso, y
traería como resultado, crecimiento económico y bienestar. Sin embargo, hay
razones para creer que dar más poder todavía a las corporaciones podría
resucitar el espíritu del ACTA (Acuerdo Comercial de Anti-Falsificación) que se
intentó aprobar sin éxito durante años y se dejó de lado definitivamente en
2012.
Los resultados podrían ser,
precisamente, la restricción al acceso del conocimiento, el debilitamiento de
la innovación, ahogaría los mercados e incentivaría un comportamiento poco
emprendedor. También daría a las corporaciones un mayor acceso sobre la
información ciudadana (a expensas del derecho civil a la privacidad), con un
impacto negativo importante sobre la libertad de expresión (ya que el control
de los datos que fluyen en internet serían controlados y debilitaría la
libertad digital).
Cuando en el año 2006 los EEUU
empezaron a negociar este acuerdo con otros países, incluidos los de la UE, se
pretendía reforzar los derechos de las corporaciones a expensas de infringir el
derecho a la privacidad de los ciudadanos, hasta el punto de que los
proveedores de servicios de internet se hubieran convertido en una fuerza de
vigilancia policial al servicio de las grandes empresas. Tras las protestas y
manifestaciones masivas en diversas capitales de Europa, el Parlamento Europeo
rechazó el ACTA y toda esperanza de tener éxito se abandonó para el 2012. Sin
embargo, hay párrafos centrales de este documento (ACTA) que han vuelto a la
vida en la versión preliminar de un acuerdo que se está negociando entre EEUU y
Canadá, llamado Acuerdo General Económico y Comercial (CETA en inglés,
Comprehensive Economic and Trade Agreement), y hay razones para creer que
servirá como anteproyecto para el TTIP, cuando este tema vuelva a las negociaciones.
Del documento filtrado del TTIP de la
Comisión Europea se deja entrever que el tema sobre los DPI volverá a ser
incluido en las negociaciones con EEUU y, si sigue el mismo camino que el CETA,
podríamos tener de vuelta una versión resucitada del ACTA que podría re-entrar
en la legislación europea por la puerta de atrás.
Mientras en EEUU las compañías pueden
usar la información personal de los clientes casi sin restricciones, en la UE
los ciudadanos están protegidos por un mínimo de derechos digitales
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que evitan irrumpir en la privacidad.
Esto significa que para las compañías americanas es mucho más difícil obtener
la información personal de los usuarios de internet. Por ello, las grande
compañías de internet como Facebook, Microsoft y Google, están presionando
activamente para reforzar los DPI con la esperanza de llegar, a través de este
capítulo, a la protección de información europea que debilitaría nuestros
derechos digitales.
BusinessEurope y la Cámara de Comercio
de EEUU, dos de las asociaciones industriales más grandes a ambos lados del
Atlántico exigen lo siguiente:
“... debería ser posible incorporar la
perspectiva más liberal sobre el comercio electrónico... y se debe evitar a
toda costa... adoptar una estrategia innecesariamente estricta y desviadora
hacia la privacidad, la retención de información, la protección y la
localización”.
De hecho, Europa ha suavizado su más
reciente propuesta legislativa sobre protección de datos debido a la presión de
EEUU, si se añadiera un capítulo similar al ACTA en el TTIP, los europeos
verían como su información personal se comparte libremente con compañías
americanas a expensas de su derecho a la privacidad. La compañía Business
Software Alliance (BSA), la asociación industrial principal que hace lobby en
el mejor interés de las compañías de software, ya ha dejado claro que está
esperando con ilusión a que “los datos crucen las fronteras” como resultado del
TTIP.
Además, la introducción de un capítulo
sobre los DPI nos podría llevar todavía a una mayor vigilancia de las
actividades de los usuarios de internet en nombre de las entidades del sector
privado.
Uno de los aspectos más controvertidos
del ACTA, fue su requisito de que los Proveedores de Servicios de Internet
monitorearan online el contenido de sus clientes con la finalidad de
identificar “infractores”, “supuestos infractores” y “(cualquiera) involucrado
en algún aspecto de (cualquier) supuesta infracción”, así como “de terceras
personas supuestamente involucradas”, lo que incluiría a “(cualquier)
subscriptor (de cualquier servicio de comunicación electrónica) cuya cuenta
fuera supuestamente usada para infringir”. Es decir, bajo esta cláusula tan
amplia, cualquier usuario podría, de facto, ser un criminal potencial con sólo
apretar un botón del ratón.
También, muchas obras de autores cuyos
derechos de autor son difíciles de identificar o encontrar, podría desembocar
en la multa o encarcelamiento de los usuarios. En la actualidad, tanto abogados
como aquellos que tienen en su poder los derechos de autor en Europa están
usando fuertes tácticas para explotar a los usuarios inocentes, a los cuales piden
sumas importantes de dinero bajo la amenaza de iniciar procedimientos legales.
Por esta razón, docenas de grupos de
la sociedad civil de EEUU y de Europa ya están preparándose en contra de
cualquier forma de inclusión de un capítulo sobre los derechos de propiedad
intelectual en las negociaciones del TTIP. Especialmente en Europa, sería
difícil reconciliar esta perspectiva sobre los DPI y la imagen de la UE como la
antorcha de los derechos humanos de la que tanto le gusta hacer gala.
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CAPÍTULO 5
La salud: el becerro de oro para los
inversores internacionales.
Envenenando a los ciudadanos y
denegando el acceso asequible a servicios de salud y medicinas.
Como ya sabemos todos, la crisis
financiera y las políticas de austeridad en Europa han puesto en riesgo el
derecho a una sanidad pública asequible y de calidad. Contamos ya con algunos
ejemplos, como los enfermos de cáncer en Grecia que no pueden acceder a las
medicinas necesarias para vivir tras los recortes llevados a cabo y exigidos
por los prestadores, mientras en España, se están cuestionando los tratamientos
para el SIDA de los inmigrantes.
Podemos suponer que el TTIP sólo
contribuirá a empeorar esta situación, puesto que la armonización de las normas
y estándares a ambos lados del Atlántico se hará a la baja, degradando las más
exigentes, ya que esta es la única manera de profundizar la liberalización
comercial y de inversión. A la vez que la competición transatlántica entre
corporaciones y el reforzamiento de las leyes sobre patentes incrementarán los
precios de las medicinas y los servicios de salud, haciéndolos menos asequibles
al público.
La pretendida “armonización” de los
estándares y regulaciones a ambos lados del Atlántico, podría poner en peligro
la seguridad pública e incrementar la contaminación medioambiental. En la Unión
Europea existe un Principio de Precaución que exige hacer pruebas científicas
de los productos antes de ser comercializados, y una ley (REACH) que permite a
la Agencia Europea de Químicos poner restricciones sobre cómo se producen los
productos químicos, cómo son vendidos y usados para proteger la salud pública y
el medio ambiente. En EEUU, las normas sobre los productos químicos son más
débiles y ofrecen poco margen de maniobra a la Agencia de Protección
Medioambiental. Así nos encontramos con que unos 30.000 productos químicos que
están asociados con el incremento de cáncer mamario y testicular, infertilidad
masculina, diabetes y obesidad, todavía se comercializan en EEUU. Este acuerdo
podría degradar la regulación europea y abrir el camino al flujo de químicos
potencialmente peligrosos y sin testar de EEUU a la UE.
Otro aspecto controvertido es la
intención de abrir la contratación pública de servicios de salud a la
competición extranjera. La norma sería abrir el acceso de las corporaciones a
todo el mercado y garantizar que se ofrece a las corporaciones extranjeras el
mismo trato que a las compañías nacionales. Esto podría constreñir la capacidad
de los estados para controlar el número y el tamaño de los proveedores privados
extranjeros que entran en el mercado europeo y que dirigen los sistemas de
salud europeos.
Como además, son las grandes compañías
y corporaciones la que buscarán la expansión de sus actividades a través de las
fronteras, es de suponer que las ONGs locales, las empresas sociales o las
nacionales quedarán relegadas por los grandes competidores extranjeros. En un
momento además, en el cual sería necesario promover el desarrollo local y el
empleo a través de la contratación de empresas nacionales como medida para
hacer frente a la crisis, ésta
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parece más que una medida totalmente
contraproducente. Además, como consecuencia de todo esto, nos podríamos
encontrar con que los contribuyentes estamos financiando la adquisición de
nuestros sistemas de salud por las corporaciones.
El acuerdo TTIP no sólo ofrecería la
venta de nuestros servicios públicos a inversores transatlánticos, también
quiere reforzar los Derechos de Propiedad Intelectual, al alargar la duración
de las patentes se podría provocar una disminución del derecho de los pacientes
a adquirir medicinas a un precio razonable. Impediría que entraran medicinas
genéricas en los mercaos y reduciría la competición para producir medicinas más
baratas y efectivas. En un momento en el que las demandas fiscales sobre los
servicios públicos europeos se están incrementando, los genéricos son de gran
beneficio a la sociedad, ya que aseguran que los pacientes pueden acceder a
medicinas de calidad a la vez que se reducen los costes. Así que permitir la
competición entre las farmacéuticas y que las patentes expiren es crucial para
mantener los gastos farmacéuticos bajos. Por ejemplo, en el 2000 el tratamiento
anti-retroviral del VIH costaba 15.000 dólares por persona, en la actualidad el
coste ha caído a 150 $ por persona, lo que es una reducción del 99% en coste.
Por otro lado, las grandes
farmacéuticas usan las normas establecidas en este tipo de acuerdos para
amenazar el sistema de patentes de los gobiernos. Por ejemplo, en 2012, Eli
Lilly, una de las compañías farmacéuticas más grandes de EEUU, inició una
demanda legal contra Canadá amparándose en las provisiones del NAFTA (Acuerdo
Norteamericano de Libre Comercio que incluye a los países de EEUU, Canadá y
Méjico). Este acuerdo garantiza una serie de privilegios a las firmas privadas
cuando ven sus “futuros beneficios” amenazados, pudiendo llevar a los gobiernos
a tribunales internacionales para defender sus intereses y que no mermen los
beneficios esperados.
Eli Lilly ha sido el primer intento de
una corporación farmacéutica para usar los extraordinarios privilegios que les
otorgan este tipo de acuerdos internacionales como herramienta para asegurarse
una mayor protección del monopolio de patentes, que en esta ocasión ha
desembocado en una demanda por compensación de 100 millones de dólares a la vez
que pone en riesgo a todo el sistema legal de patentes de Canadá, e
incrementará el coste de los productos farmacéuticos de los consumidores y
gobiernos.
13
CAPÍTULO 6
El alzamiento de los “Superbancos”.
Los mercados e inversores financieros
se resisten a aprender las lecciones del pasado.
“Hay crecientes rumores sobre los
esfuerzos de las grandes corporaciones financieras para, de manera inadvertida,
y a través de acuerdos comerciales, hacer aquello que no podrían hacer de forma
abierta, bajos los focos y con el público mirando”.
Senadora de EEUU, Elizabeth Warren.
Miembro del Comité del Sector Bancario
del Senado de EEUU.
A través del TTIP, la UE está
proponiendo liberalizar y desregular todos los sectores de servicios, incluidos
los servicios financieros, a pesar de que la desregulación y la competición del
sector financiero fue precisamente la raíz originaria de la crisis financiera
actual que todavía afecta a las economías de EEUU y la UE.
Con el apoyo de la UE y el Reino Unido,
el sector de los servicios financieros está pidiendo una mayor libertad de
mercado y que se eliminen todas aquellas regulaciones que pueden interponerse
en el camino a los potenciales beneficios – tales como las restricciones sobre
el total del valor de las transacciones financieras o la forma legal de sus
operaciones – las cuales protegen a los ciudadanos de futuros y costosos
recates económicos.
En Julio de 2013, Obama se opuso a
incluir un marco para la armonización regulatoria de los servicios financieros
en las charlas transatlánticas, para furia de Wall Street, los bancos europeos
y la propia Comisión Europea. Sin embargo, si se cumpliera tan deseada
convergencia, el TTIP podría convertirse en el instrumento legal de los grandes
bancos para evitar o debilitar las regulaciones nacionales. El TTIP iba a
incluir, además, un capítulo para garantizar a los bancos el derecho legal a
demandar a gobiernos, de esta forma los bancos extranjeros podrían eliminar o
debilitar las regulaciones y normas legales y pedir compensaciones millonarias,
gracias a los contribuyentes, por sus pérdidas potenciales.
La manera de prevenir la intervención
de reguladores.
Para asegurarse de que no se practican
regulaciones financieras, la industria de este sector está demandando una
“disciplina regulatoria”. Veamos en qué consiste. Primero, ésta se introduciría
a través de normas específicas que limitarían la cantidad, alcance y vigencia
en el tiempo de las regulaciones ( y de los mismos procesos regulatorios) de
manera que el sector permita y favorezca el flujo de operaciones financieras a
través del Atlántico. Estas normas específicas, por ejemplo, dañarían
seriamente los esfuerzos que se han hecho para reducir y regular “los bancos
demasiado grandes para caer”. Segundo, la industria financiera está demandando
que las negociaciones incluyan una cláusula llamada “transparencia
regulatoria”, la cual aseguraría que cualquier borrador de regulación pudiera
llegar a las partes interesadas para que las pudieran comentar, lo cual
transformaría la cláusula de transparencia,
14
automáticamente, en un derecho legal
de la industria de este sector para hacer lobby. Tercero, el lobby de servicios
europeo y americano, el European Services Forum (ESF) y la Coalición de
Servicios de la Industria de EEUU (CSI), están exigiendo que el TTIP acoja una
“lista negativa”, esto es, una lista donde de escriban qué sectores ( y qué
servicios y productos de los mismos) no se incluirían en la privatización, es
decir, automáticamente inscribiendo TODOS los servicios y TODOS los productos
no listados en la privatización, incluyendo así mismo todos los que se puedan
desarrollar en el futuro.
Si además tenemos en cuenta lo
persistente que es esta crisis financiera, y cómo se originó a través de
productos financieros muy complejos, una lista negativa como estrategia hacia
la liberalización podría ser una catástrofe, si tales productos no fueran
automáticamente prohibidos o sujetos a estrictas regulaciones como resultado de
su inclusión directa en el TTIP.
Por otro lado, si hubiera una
armonización y reconocimiento de todos los acuerdos entre dos partes sobre
servicios financieros, como así están demandando los bancos, éstos podrían
asentarse allí donde el marco legal les fuera más conveniente, y como
consecuencia, cualquier nueva propuesta regulatoria tanto en los EEUU como en
la UE sobre los servicios financieros sería inefectiva, pues los bancos podrían
elegir dónde operar de acuerdo con la legislación más débil que beneficie a sus
intereses.
A su vez, la Reserva Federal ha pedido
más garantías que aseguren la estabilidad de los bancos americanos y otras
firmas que operan en el extranjero y que están involucradas en el comercio muy
arriesgado de derivados que cuestan trillones de dólares. Sin embargo, estas
propuestas se han encontrado con la firme oposición del sector bancario,
apoyado por las autoridades europeas que quieren proteger los intereses
comerciales de los grandes bancos, y el poderoso lobby de la industria
financiera.
Aunque a través del TTIP filtrado, la
Comisión Europea afirma que desea cooperar con EEUU para establecer una
“regulación prudencial”, de la cual, la propuesta de la Reserva Federal es un
ejemplo, en realidad, tanto la UE como sus estados miembros (especialmente
Reino Unido y Alemania), se han opuesto a todas las medidas propuestas.
El TTIP además, quiere incluir un
capítulo para que se liberalicen todos los pagos por cuenta corriente y todas
las transferencias de grandes inversiones sin casi excepciones. Esto significa
que sería muy difícil restringir el flujo masivo de capitales, y que todos los
controles sobre los pagos transatlánticos, tanto de bienes como de servicios,
royalties y dividendos, e importantes sumas de dinero relacionadas con los
servicios financieros, serían eliminados. Ahora que incluso el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial han empezado a reconocer la necesidad de
controlar el capital para evitar y parar el flujo de capital especulativo y
desestabilizador, hay un riesgo real de que, a través del TTIP, los grandes
bancos pongan freno a la regulación que restringiría el flujo de capital.
Como vemos, se teme que la industria
de servicios financieros intentará usar el TTIP para conseguir concesiones
regulatorias a las que ningún regulador financiero hubiera accedido. Si todas
las propuestas de los lobbies y este sector se incluyeran, los reguladores no
tendrían casi
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espacio para intervenir en los
mercados financieros, su papel se vería perjudicado seriamente en el futuro, y
las poblaciones estarían sujetas y expuestas a futuras crisis financieras y
nuevos rescates.
CAPÍTULO 7
Los grandes negocios demandan al
gobierno y los contribuyentes pagan la cuenta.
Garantizando a las corporaciones más
derechos que a las mismas personas.
El Acuerdo de Libre Comercio
Transatlántico pretende restringir todavía más la intervención regulatoria
estatal, e incluye así mismo en el capítulo sobre inversión internacional que
se quiere incorporar en dicho acuerdo, una cláusula de resolución de conflictos
entre inversores y gobierno que permita llevar a éstos ante tribunales
internacionales en caso de que sus políticas dañen los intereses corporativos.
Ya hay ejemplos de ello bajo el acuerdo
de libre comercio norteamericano llamado NAFTA, y otros acuerdos comerciales
bilaterales, en los cuales leyes democráticas diseñadas para proteger a los
consumidores y el medio ambiente han sido amenazadas por las demandas
millonarias por compensación de compañías privadas. A veces, incluso la misma
amenaza de iniciar una demanda ha sido suficiente para que los gobiernes
abandonaran o suavizaran ciertas leyes que interfieren con los intereses de las
corporaciones. En otros casos, se han constituido tribunales ad hoc con paneles
de sólo tres miembros que han garantizado billones de euros a compañías
privadas procedentes directamente de los bolsillos de los contribuyentes.
Como consecuencia, las compañías
estadounidenses podrían soslayar los tribunales europeos y demandar a los
gobiernos de la UE en tribunales fuera de nuestro territorio, cada vez que
sientan que las leyes en las áreas de la salud pública, de medioambiente y
protección social, interfieren con sus beneficios. Incluso, puede que los mismos
gobiernos se sientan amenazados por intentar llevar a cabo una serie de
políticas progresistas a favor de los ciudadanos y el medioambiente,
restringiendo su poder de maniobra y la democracia misma.
El caso más reciente de este tipo de
mecanismo para la solución de disputas entre inversor y gobierno ocurrió con la
compañía de tabaco norteamericana Philip Morris. Ésta demandó a los gobiernos
de Uruguay y Austria por sus leyes anti-tabaco. La compañía se quejaba de que
los avisos publicitarios en las cajetillas de tabaco entorpecían la visibilidad
de su marca y les causaba una pérdida substancial de mercado.
En otro ejemplo del año 2012, la
multinacional de energía sueca Vattenfall llevó a juicio al gobierno alemán y
pidió 3.7 billones de euros en compensación por la pérdida de beneficios
relacionada con sus dos plantas de energía nuclear, ya que el gobierno quería
desmantelarlas en fases tras el accidente nuclear ocurrido en Fukushima.
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Bajo el NAFTA (Acuerdo de Libre
Comercio entre Canadá, EEUU y Méjico) la compañía Lone Pine Resources Inc. está
demandando 191 millones de euros en compensación al gobierno de Canadá, ya que
la provincia de Quebec había puesto una moratoria sobre el “fracking” por los
riesgos medioambientales que conlleva esta nueva tecnología de extracción de
gas y petróleo.
En otro caso, Argentina congeló los
rangos de interés de los servicios públicos de energía y agua y devaluó su
moneda como respuesta a la crisis que vivió en 2001-2002. A esta acción le
siguieron más de 40 demandas legales de grandes compañías, en las que se
incluyen CMS Energy de EEUU, Suez y Vivendi (Francia), Anglian Water (Reino
Unido), y Aguas de Barcelona (España). Para finales de 2008, Argentina tenía
que pagar más de un billón de dólares en demandas.
“Las Naciones Unidas y el FMI avisaron
de que estos acuerdos de inversión pueden dañar severamente la capacidad de los
países para luchar contra la crisis financiera y económica”.
En particular, EEUU y la UE han
desatado un boom sin precedentes de demandas legales de estados durante las dos
últimas décadas. En 2012 se iniciaron 514 demandas de las cuales el 24%
procedían de compañías estadounidenses, después les siguen las de Países Bajos,
Reino Unido y Alemania. Estas demandas se han usado para amenazar en campos tan
diversos como la energía verde y las políticas farmacéuticas, la legislación
anti-tabaco, las prohibiciones de agentes químicos peligrosos, restricciones
medioambientales sobre la minería, las políticas de seguros médicos y medidas
para mejorar la situación económica de las minorías.
Además, la inclusión de esta cláusula
representa para las corporaciones la esperanza de que se implante un modelo
para la protección de la inversión en otros acuerdos alrededor del mundo. El
gobierno de los EEUU y la Comisión Europea parecen determinados a conseguir su
inclusión en el Acuerdo de Libre Comercio Transatlántico, habiendo propuesto ya
la Comisión Europea una serie de detalladas sugerencias para crear este
mecanismo de resolución de conflictos entre Inversor y Estado. Sin embargo, los
ciudadanos y la sociedad civil se han opuesto a los excesivos derechos de las
corporaciones. Según el Diálogo Transatlántico de Consumidores, “no se deberían
de incluir semejante mecanismo de resolución. Los inversores no deberían ser apoyados
para que demanden a los gobiernos de manera que se refuerce este acuerdo
internacional en tribunales foráneos, privados y secretos, para evitar el
sistema legal doméstico y las robustas medidas de protección de derechos de
propiedad en los EEUU y la UE”. Así mismo, la Federación de sindicatos de
trabajadores de EEUU ha afirmado que “dado el avanzado sistema judicial de EEUU
y la UE” este mecanismo supone un riesgo innecesario para las políticas
domésticas a nivel local, regional y nacional. Activistas del medioambiente y
de los derechos civiles también se han opuesto a este asalto a la democracia, y
la Conferencia Nacional de legisladores de los EEUU ha anunciado que “no
apoyará una acuerdo de comercio internacional que incluya la resolución de
disputa entre inversor y estado” porque interfiere con “su capacidad y
responsabilidad como legisladores de los estados para decretar y reforzar
normas justas y no discriminatorias que protejan la salud pública, la seguridad
y el bienestar social, y aseguren la salud y la seguridad del trabajador y la
protección del medio ambiente”.
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También algunos estados miembros de la
UE se cuestionan la necesidad de incluir esta cláusula de protección de la
inversión, y otros están preocupados por la intervención del sector financiero
estadounidense que podría amenazar las políticas que pretenden atajar la crisis
económica.
CAPÍTULO 8
Erase una vez en Occidente...
Reflexiones finales sobre el proyecto
de la élite transnacional.
La evidencia que muestra este informe
sugiere que el TTIP puede ser entendido, no sólo como un proyecto económico,
sino como un proyecto político y de clase de una élite transatlántica cuyo objetivo
está en revertir los logros conseguidos en materia social en occidente y
preservar el liderazgo internacional de Europa y EEEUU. La consecuencia de este
proyecto podría ser una vuelta a un lejano oeste sin ley, en el cual las
grandes corporaciones y bancos lleven la voz cantante poniendo sus intereses
por delante de las necesidades e intereses de los ciudadanos, dentro, y más
allá del Atlántico.
El Oeste contra el resto.
Dado que la UA y EEUU dan cuenta de la
mitad del PIB mundial y un tercio de todos los intercambios comerciales
globales, es fácil suponer que la creación de la mayor zona de libre comercio
hasta la fecha nunca vista tendría un impacto considerable en el resto del
mundo. Los intereses de los países ricos y los países empobrecidos parecen
irreconciliables dentro del sistema de acuerdos comerciales multilaterales. Por
ello, la UE ve las charlas con los EEUU sobre el TTIP como una manera de evitar
el estancamiento de las negociaciones dentro de la Organización Mundial del
Comercio e imponer el nivel de liberalización conseguida en el Atlántico al
resto del mundo. Los objetivos de este proyecto son los países emergentes:
Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica, cuyas economías crecientes son vistas
como una amenaza a la hegemonía global de la UE y EEUU.
La última utopía corporativa
Además de conocer la dimensión del
TTIP como proyecto político, es necesario reconocer sus importantes
implicaciones a nivel doméstico. El TTIP podría dejar libres a las compañías de
cualquier tipo de atadura, siendo éstos, los aranceles o la regulación en
materia social o medioambiental; por otro lado, tendrían la posibilidad de
demandar la autoridad de cualquier gobierno que pudiera interferir con sus
futuras
18
ganancias, lo que podría debilitar
seriamente las regulaciones socio-económicas y medioambientales que
salvaguardan el bienestar de las personas y el medioambiente de las acciones
corporativas con consecuencias negativas.
De lo visto hasta ahora:
1. Al eliminar barreras de todo tipo
al libre comercio, sectores industriales enteros quedarían expuestos a una
competencia transatlántica salvaje que beneficiaría a las grandes
multinacionales a costa de reducir o eliminar a los competidores nacionales más
pequeños gracias a la economía de escala. Sería particularmente difícil para
algunos sectores, como la agricultura europea, donde las diferencias son
demasiado grandes como para establecer una competencia justa. Los estudios
preliminares indican que desmantelar los aranceles tendría repercusiones serias
sobre el empleo, especialmente en la UE.
2. La armonización de la regulación,
pensemos especialmente en los estándares que incluyen los alimentos modificados
genéticamente y el REACH sobre regulación química, incluiría un reconocimiento
de ambos marcos regulatorios como equivalentes, por lo tanto, muchas
regulaciones medioambientales y sociales europeas dejarían de ser efectivas a
la hora de proteger a consumidores, pacientes o el medioambiente.
3. Más todavía, si se incluyera en el
TTIP un capítulo de protección de la inversión, las compañías podrían demandar
a los gobiernos por poner en riesgo sus beneficios potenciales y pedir
indemnizaciones millonarias. Las regulaciones que podrían implicar un riesgo
para las corporaciones incluyen: las moratorias y prohibiciones sobre
tecnologías arriesgadas o peligrosas como el “fracking” o la biotecnología, y
limitaría, considerablemente, la capacidad de los reguladores para intervenir
en el mercado. A través del mecanismo de resolución de conflictos entre
Inversor y Estado, se garantizarían a las corporaciones y bancos más derechos
que a los ciudadanos, dejando a los contribuyentes con la responsabilidad de
pagar indemnizaciones millonarias en un momento en el que los presupuestos
nacionales están luchando para cubrir los costes esenciales de los servicios
públicos.
Pedimos la movilización del 99%
Cuando juntamos todos estos elementos,
queda claro que se trata no sólo de un acuerdo económico, sino de un plan
político de una élite transatlántica cuyo objetivo es revertir todos los logros
que los pueblos han logrado conseguir a través de décadas de lucha. Las fuentes
de algunas industrias han descrito al TTIP como “la última acción de los
lobbies”, y los lobbies industriales se han embarcado ya en una serie de rondas
diplomáticas entre Washington y Bruselas a puerta cerrada.
19
Por esta razón, es vital asegurarnos
de que dicho acuerdo se enfrenta a la oposición pública y que ésta se
incrementa en los meses siguientes de manera que enviemos un claro mensaje a
los líderes e instituciones gubernamentales que apoyan el TTIP. Ahora que se
están llevando a cabo políticas de austeridad, los líderes europeos necesitan
darse cuenta de que este acuerdo no es la solución a nuestros problemas. En su
lugar, necesitamos que la UE desarrolle, junto a todos los grupos sociales (y
no con los lobbies industriales), un programa de políticas económicas que se
base en la cooperación, no en la competición, que ponga a las personas y al
planeta por delante de los intereses de las grandes corporaciones y bancos.
El ATM, o Acuerdo Alternativo de
Comercio e Inversiones, una coalición de más de 50 organizaciones europeas,
ofrece una alternativa a la agenda neoliberal, una que incremente la economía y
el bienestar social y medioambiental para todas las personas, globalmente. Por
lo menos, el ATM debe ser controlado democráticamente por el público y los
parlamentarios, su visión se halla anclada en una comprensión holística del
mundo y su problemas, que tiene en cuenta el medioambiente y la limitación de
los recursos naturales, así como el respeto por las distintas étnias, clases y
género, con la visión y objetivos de fomentar la justicia y la igualdad,
dejando amplio margen a las comunidades para elegir libremente e integrarse en
una economía global con justicia.
(Aportación de la traductora) Y no
sólo el ATM, hay muchos otros movimientos y organizaciones que promueven y se
interesan por una economía europea y global dirigida hacia bien común, con
valores y acorde con las limitaciones que la naturaleza nos impone, como la
Economía Solidaria, la Economía del Bien Común, los defensores de los
pro-comunes y los servicios públicos, etc. Necesitamos darnos cuenta de que el
cambio que transforme las vidas de millones de personas sólo será posible si
ponemos por delante la salvaguarda y el bienestar de las personas y el planeta.
Y esto sólo será posible si ponemos como fin del sistema económico el bienestar
del ser humano y el planeta, incorporamos la dimensión ética a la economía, y
desarrollamos estructuras que posibiliten una democracia que además de
representativa, sea también participativa (ciudadana) y directa, de manera que
el último control de las decisiones políticas lo tenga el pueblo, empoderando a
éste como sujeto político, con voz y voto real, de manera que el sistema
económico se halle bajo control democrático y sea obligado a funcionar por toda
y cada una de las personas que habitamos el mundo y por este planeta que no es
sólo nuestra casa, sino la madre naturaleza que acoge y prolonga la existencia
de la especie humana. De momento, el TTIP sólo ha probado ir en la dirección
opuesta, y arriesgar todo aquello por lo que generaciones enteras han luchado
durante décadas.
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